viernes

El bar de los suspiros.




Caminando por la acera, faltaba poco para que oscureciera, con el clima típico de la ciudad, empezó a llover sin aviso alguno y al estar lejos de su casa, se fijo en el pequeño bar que había a una cuadra de donde estaba, pensó en refugiarse en aquella pequeña morada. Al entrar pidió un tequila para calentarse y esperar a que parará de llover. Con su tequila en la mano viendo como competían las gotas para llegar al borde de la ventana, la vio correr bajo la lluvia, dándose cuenta que busco refugio en el mismo bar.

- ¿Donde esta el sanitario? - Pregunto al cantinero.
- No es gratis - repuso el señor que se veía que había luchado mucho contra la vida.
- Dame un tequila - decía mientras sus labios no paraban de temblar. 
- Al fondo junto a la maceta - refunfuño aquel señor.

Corriendo se dirigió al sanitario, al salir aun con el cabello húmedo tomo su tequila y se lo bebió de golpe. Volteó a ver el lugar, cruzaron las miradas y fue en ese momento cuando se dieron cuenta que ambos que guardaban algo y no tenían a quien decirle su sentir. Levanto su vaso para brindar, él le devolvió el brindis y se acerco a ella.

- Hola, ¿Te pido otro? - Al ver que con el brindis se habían terminado sus bebidas.
- Por favor, muero de frió - respondió ella.

El tono en que lo dijo le causo gracia y pidiendo otro se presentaron.

- Me llamo Sophia y tú - dijo ella, Raul notó que a pesar de mostrar una sonrisa en su mirada llovía mas que afuera.
- Raul - Respondió estirándole la mano.
- Venía de ver a mi novio... y mira me llovió - dijo tiernamente.
- Yo no venía de ningún lugar... y mira también me llovió - respondió Raul sonriéndole, levantando la mano para brindar.
- ¡Por la lluvia! - Dijo ella.
- ¡Por la lluvia! - Respondió Raul.

Tardaron mucho en tomarse aquel pequeño vaso de tequila, Sophia hablaba sobre varios temas y él la escuchaba, contándole alguna un otra experiencia que había pasado. Hubo química entre ambos, brindaban por todo y por todos, como si se hubieran conocido desde hace tiempo.  

El tiempo corría, la lluvia tenía horas que había parado y la gente de a poco se iba del pequeño bar. Tomando el último vaso, se despidieron al ver como despertaba el amanecer. 

Sophia tomo su rumbo, Raul regreso al suyo.



Encuentro...

Así empezaba esto, tras el portazo en el departamento. Diez años sin verse, jamás olvidaron lo vivido. Frente a frente cruzaron sus miradas, no eran desconocidos pero tampoco tenían algo en común, solo un pasado juntos. la serenidad que mostraban sus ojos, a ella le ardía algo por dentro, mirada de depredadores. Raul, moreno, fuerte, espalda ancha, la interpretación perfecta de su ascendencia mestiza. Retándola, dejo la guitarra a un costado, para dejarla hacer el primer movimiento, esperando saldar cuentas.

Cynthia, delgada, pero no débil, delicada pero jamás frágil. Aquel cuerpo blanco, se deshizo al roce de su mejilla. Un gesto de consciencia interrumpe la lucha de los labios. Sus ojos azules se dejaban guiar, esa mirada de leonesa, se comenzaba a domar. La pasión ya no parece tan pelea.

Se separan, se estudian, han cambiado, ya no son los mismos, ya no besan igual, pero no dejarán pasar el momento, inevitable no volverse hacer el amor. Se besan, esas caricias bruscas, que están llenas de años sin verse, de lujuria, de rabia. Sus dedos finos como pétalos blancos se pierden en el negro cabello de él, sus piernas tal enredaderas se entrelazan a su cintura, las uñas largas y bien cuidadas, empiezan a dibujar el amor abandonado con la sangre de su espalda, la mano de él deteniendo aquella gran melena rubia.

Era una pelea sin vencedor, ni vencido, era una demostración de poder de ambos. Esta noche quien ganaba era su instinto. Expulsados del paraíso, sus besos llegan a lo mas profundo del alma, los encaran con la realidad, pero sus pieles se siguen fundiendo en una, no hay olvido, no hay tiempo, ni Dios. 

Solo ellos.