martes

Irene.

Irene, una preciosa mujer con un cuerpo perfectamente formado que daba la apariencia de tener menos edad, entró lentamente con un gesto de fastidio en el rostro. El negro y brillante cabello le caía hasta la espalda en una enredada cascada que enmarcaba su tez pálida, grandes ojos cafés contrastaban con el color de su piel y sus carnosos labios completaban la perfección de su rostro.
 
Cuando al fin logró quitarle la blusa, se quedó estático por un momento admirando esos firmes, redondos y pequeños senos cubiertos con un brassiere de encaje blanco que hacia juego con las pantaletas y no es que antes no los hubiese contemplado. Él se los compró, lo que pasaba era que siempre lo maravillaba la perfección de sus formas. Jadeante de emoción, bajó lentamente la cara, besándole el cuello, mientras ella entrecerraba los ojos y le sostenía la cabeza como para evitar que él la fuese a despegar.Pero no sólo el rostro era perfecto, su cuerpo delgado, mostraba la generosidad que la naturaleza le había concedido; la redondez de sus senos, pequeños, firmes y redondos se marcaba fuertemente a través de su blusa dejando transparentar sus pequeños pezones que despertaban a la sexualidad; la estrechez de su cintura combinaba perfectamente con el volumen de sus caderas, que no eran demasiado grandes pero si lo suficiente como para que cualquier hombre quisiera perderse en ellas; ya ni hablar de sus piernas, que gracias a la exquisita firmeza de sus muslos, provocaba múltiples miradas a su paso, y más de uno quería poner sus manos en aquella tersa piel. Entró al pequeño departamento, soltó la trenza que sujetaba su cabello y desabotonó su blusa, botón por botón en un ejercicio de auto-complacencia, estaba por desabrochar el botón final cuando oyó que la puerta se abría despacio, como queriendo no hacer el más mínimo ruido.

- Hola, ¿estás sola? - dijo un hombre mientras se asomaba por el resquicio de la puerta.
- Ya sabes que sí, él trabaja hasta noche, lo sabes muy bien... - le respondió ella de frente sin importarle que pudiera verle la parte inferior de su brassiere - Pero no te quedes como un idiota ahí afuera, pasa para que comas - le ordenó ella mientras se abrochaba nuevamente la blusa. Raul, que así se llamaba aquel hombre, entró a la casa. Era un hombre que si acaso le llevaba unos dos meses a Irene, de aproximadamente 1.70 m y piel morena, demostraba en su cuerpo los beneficios de practicar deportes diariamente, tenía una constitución física mejor cuidada que los tipos de su edad. tres pequeñas pulseras decoraban su muñeca derecha y su cabello negro y corto hacia lucir aún más sus ojos obscuros.
- Vaya, hoy si vengo totalmente aburrido del trabajo, ¿Cómo te fue hoy? - dijo él
- Muy bien… bueno... un poco aburrida, pero se me quito cuando me puse en pensar en ti- dijo ella.
- Eso es bueno - replicó él, -¿y por qué pensaste en mí?- Ella ya no respondió. 

Dio la media vuelta y se puso a picar vegetales en el fregadero, moviendo cadenciosamente las caderas ante la lasciva mirada de Raul. Por un momento todo quedó en silencio, Irene preparaba la comida mientras él la observaba, una sensación conocida invadió su entrepierna, bajó un momento la vista y se dio cuenta de que tenía el pene erecto, no pudo dominar su impulso y lo acarició fuertemente, pero eso en lugar de calmarlo lo excitó aún más, así que se puso en pie y caminó lentamente hacia donde se encontraba ella.

- ¿Qué es lo que quieres de comer? - Dijo ella ingenuamente. Ahora fue él quien no contestó, la abrazó por detrás pegándosele a la cintura lo más que pudo, mientras que con las manos le acariciaba los senos.
- ¿Se puede saber qué es lo que estas haciendo?, porque si lo que tratas es que me excite para que hagamos el amor, déjame decirte que no lo estas consiguiendo - dijo ella en un supuesto tono amenazador, pero que realmente delataba su creciente excitación. 
- ¿Qué tal esto? - le respondió él mientras metía una mano por debajo de su blusa y le estrujaba un seno, - ó tal vez te convenza más esto. - concluyó mientras bajaba la mano izquierda y le tocaba en medio de las piernas por encima de la minúscula falda. 
- No, Noo lo hagas, esto, no está bien - dijo ella en un tono tan poco veraz que lo incitó a continuar.
- Yo sé que te esta gustando tanto como a mí - y sin decir mas, metió la mano debajo del brassiere y comenzó a acariciarle su pequeño seno, casi al mismo tiempo, con la mano que tenía abajo, logró desabrocharle la falda y estaba intentando quitársela cuando las manos de ella lo detuvieron. 
- Puedes romperla, deja que yo me la quite - y de un rápido movimiento se despojó de la en esos momentos estorbosa prenda. 

Una vez que la falda no se interpuso entre los excitados personajes, Raul metió la mano bajo la coqueta braga de ella, introduciendo los dedos en la tibia humedad que lo recibía anhelante. La tomó de la cintura y con un rápido movimiento la volteó hacia él, quiso besarla en la boca pero ella volteó el rostro un tanto molesta. 

- No, no me beses en la boca, eso no es correcto - dijo ella, como si el hecho de que él le estuviera desabrochando la blusa al tiempo que tallaba su entrepierna en la de ella sí lo fuera. Él no dijo nada pero sus jadeos dejaban ver una creciente excitación por parte de ambos.
- ¡Ah!, eso es, hazlo así! - gemía ella mientras él comenzaba a forcejear con la boca para quitarle el sostén, ella, al ver que casi lo rompía con los dientes, desabrochó la prenda intima para ayudar al desesperado amante en su juego. 

¡Jamás boca alguna se había deleitado más con un fruto tan delicioso!, Raúl le lamía los senos despacio, tratando de saborearlos lo más posible, acariciándolos suavemente con la lengua para hacer más largo y placentero aquel momento, mordisqueaba los pezones arrancándole a su bella amante suspiros a cual más, que lo excitaban aún más.

- ¡Por favor, ya házmelo, necesito sentirte adentro ya! - dijo ella mientras abría las piernas y recargaba las nalgas un poco en el fregadero para no perder el equilibrio. Pero aquel arrebato no podía culminar ahí, Raul lo sabía y decidió prolongar más aquella dulce agonía. Bajó más el rostro y mientras lo hacía besaba el torso de Irene que se retorcía, presa de placenteros espasmos. 

Llegó al ombligo y metió la lengua en el delicioso hoyuelo, bajó aún más el rostro y se encontró con unas pantaletas blancas que se interponían entre el hermoso triángulo  y su lengua, no les dio importancia y se deshizo de ellas lentamente, mientras aspiraba el agridulce perfume que emanaba la tibia vagina, abrió un poco más las piernas de Irene y hundió la cabeza en la delicada intimidad que salvaguardaban el fruto prohibido. 

Presa de la más grande excitación, Irene se recargó completamente en el fregadero, abrió lo más que pudo las piernas y con las manos sostuvo la cabeza de su amante en su lugar, queriendo que esa sensación nunca acabara.

- Me encanta tu sabor y saber que fui el primer hombre en hacerlo me gusta aún más - dijo él mientras hundía la lengua y la frotaba contra el clítoris en raudos movimientos circulares. 

- No hubiera querido que alguien más me despojara de mi virginidad, sino tú, fue la mejor experiencia que he tenido - dijo ella entre gemidos entrecortados refiriéndose a varios años atrás cuando comenzaron a tener relaciones en las vacaciones posteriores a la fiesta de graduacion de ella. 

Como un experto, Rául movía la lengua dentro de la vagina húmeda de la hermosa mujer, quien se retorcía ante cada movimiento, a cada embate de la experta lengua, la dama se contorsionaba.

Él sabía que ella estaba lista para recibirlo, así que se incorporó de un sólo salto, quedando de frente a ella, que lo miraba con ojos excitados, jadeando y sudando de tal forma que no podía contener espasmos involuntarios de placer. De un sólo tirón se quitó la camisa y comenzó a desabrocharse el pantalón lentamente para que ella pudiera observar totalmente su virilidad, pero ella ya no aguantó, metió las manos y de un rápido movimiento le bajó el pantalón y la trusa. Jadeando, comenzó un rápido movimiento de arriba hacia abajo, masturbando a su amante quien se retorcía del placer. Quiso meterse el pene en la boca pero él la detuvo, la incorporó de un sólo movimiento y la recargó en el fregadero.

- ¡Ya, hazlo rápido, no puedo aguantar más! - gimió ella mientras se abría los labios de la vagina con dos dedos. - Sé que lo estas deseando, pero así es mejor -, contestó y ayudándose de la mano izquierda, colocó la punta del pene en la entrada de la vagina y de una sola embestida la metió hasta el fondo, Irene respingó ante la fuerte acometida y por un momento ambos se quedaron inmóviles.
- Quizá solo sea por la excitación que tengo, pero cada vez que lo hacemos creo que la tienes más grande - suspiró ella frotándose la vagina con las yemas de los dedos. 
- Tal vez sea eso, o solamente sea por que ambos nos excitamos tanto que no podemos dejar de amarnos, aunque esté mal lo que hacemos- dijo él mientras acariciaba sus pezones con los dedos. 
- Calla - ordenó ella - no eches a perder la magia del momento, sólo házmelo como siempre,
con toda tu alma. - Después de eso ya no hablaron mas, Raul comenzó a meter y sacar, emulando un pistón bien aceitado, lubricado por los fluidos vaginales de ella. Irene recargó ambas manos en el fregadero y aprisionó con las piernas la cintura de él, para acoplarse en un ritmo perfecto, Raul comenzó a acariciarle los senos cubiertos de sudor.
- ¡Oh, por favor, que no acabe esta dicha! - decía ella entrecerrando los ojos, saboreando hasta la más pequeña acometida. 
- Nunca me canso de hacértelo - dijo él. Y aquello era verdad, no era la primera vez que lo hacían y esperaban que no fuera la ultima, porque disfrutar de esa pasión prohibida era lo máximo para estos dos amantes. Aquello era la locura, mientras ella apretaba lo más posible que podía la entrepierna, él se hundía lo más que podía en su lubricidad. Raul sabía que aquello no podía durar eternamente y en un descuido de ella la beso en la boca, pero a diferencia de la vez anterior, ella correspondió con una pasión queman, las lenguas de ambos se entrelazaban en una danza inicua que avivó el fuego de sus sexos.
- Pensé que no querías que te besara - dijo él después de ese apasionado beso - Comparado con lo que estamos haciendo, un beso no es nada, además, el sexo sin besos no sabe igual - contestó ella mientras le enlazaba el cuello con los brazos y le ofrecía sus labios en señal de aprobación. él apresuró el ritmo de sus embestidas mientras que Irene le pedía más y más, los jadeos de ambos inundaban la cocina mientras que el calor que despedían sus cuerpos los recubría de una fina capa de sudor que hacia más sensual el tacto. Se acariciaban cualquier rincón de sus cuerpos explorándose mutuamente, besándose con pasión sin despegar sus hambrientos sexos.
 
Las embestidas subían de ritmo e Irene no aguantó más placer que se derramó sobre Raul en una serie de convulsiones y gritos de placer que casi lo dejan sordo

- Te amo Raul, quisiera que esto no acabara nunca - gimió ella entre agónicos espasmos de placer, pero aun así no aflojó las piernas y apretó incluso con más fuerza mientras que él, inmediatamente después no logró aguantar más y gritó en medio de convulsiones que derramaban su semen dentro de la estrecha vagina
- ¡No puedo más, me voy!. - Al final, quedaron inmóviles, él, removiendo lo ultimo que le quedaba de erección dentro de ella, y esta a su vez, besándolo con una pasión inusitada.
- ¡Es el mejor orgasmo que he tenido hasta hoy! - dijo ella con una gran sonrisa en los labios. - Todos los orgasmos que tenemos juntos son los mejores, y ¿sabes por qué?, porque tu y yo nos acoplamos a la perfección - respondió él. - Y así pasaron la tarde, amándose de todas las maneras posibles, confiados de tener la casa para ellos dos solos hasta muy entrada la noche.

El reloj de la sala marcaba las 10:30 p.m., la sala estaba cubierta de penumbras, tan solo se escuchaban un par de risas dentro del comedor cuando entró en la casa Orlando. 

- ¿A que hora llegaste? - Le pregunto a Raul, mientras le daba un pequeño beso a su esposa.
- Hace no mas de 3 minutos - respondió él, levantándose para darle un abrazo 
- ¿Cómo te fue hoy en el trabajo?- dijo Irene desde el fregadero porque se encontraba de espaldas lavando los trastes. 
- ¡Uff, vengo rendido, pero con ganas de salir!, dime ¿Qué hiciste toda la tarde? - pregunto Orlando
- limpiar, sacudir, barrer… le sigo - respondió muy seria, sin voltear a verlo. -Siéntate para que te sirva de comer - dijo Irene mientras dejaba lo que estaba haciendo y se acercaba a la estufa para calentarle la cena a su esposo, aprovechando para servirle a Raul y a ella.

Una vez que acabaron de cenar, Orlando se retiró a su habitación excusándose porque se sentía muy sucio y se iba a dar una ducha, para planear a donde salir.

Hipócritamente, aquellos amantes se afirmaron y ambos quedaron en esperarlo. Irene se levanto con la intención de lavar los trastos y Raul comento que le ayudaría a secarlos y ponerlos en orden.

Pero más tardó Orlando en tocar con su cabeza el agua tibia, que ellos en entregarse a su pasión malsana.

- ¿No que venías ayudarme? - dijo ella al sentir la mano de él hurgando en sus pantaletas.
- No tenemos mucho tiempo,  ¿no me digas que no quieres ayuda?, además ya estas húmeda nuevamente - repuso Raúl retirando su cabello para besarle el cuello
- Claro, pero ¿y si sale? - preguntó ella aparentando un miedo que no sentía en lo más mínimo. 
- No te preocupes - dijo él - ya sabes que se tarda mínimo 10 minutos. - Y una vez dicho esto, se entregaron una vez más a esta relación en la que ya llevaban varios años sumergidos, porque al fin y al cabo lo único que importaba para ellos era vivir día a día esta pasión.

lunes

Reencuentro

A los quince años, él estaba perdidamente enamorado de Altair, una compañera del salón, él no era ni la sombra de lo que el futuro le deparaba, ella para él era la niña de sus sueños. Sentado tres pupitres detrás de ella, siempre imaginaba lo que sería ser su novio. Hacía cuentos donde ella era la damisela y el su protector, claro que todo esto fue un amor platónico. Por que él no se atrevía a decirle nada y ella no sabía lo que él sentía por ella..

En fin, el caso quedo en la escuela. Pasaron los años y cada uno siguió su vida, se perdieron del todo,  un día no sé muy bien cómo Altair  fue citada en una pequeña cafetería del centro por su amiga Fabiola que era frecuente verla ahí. Como siempre Raúl se encontraba en su despacho, cuando se le rompió la punta de su lapicero, al jamás usar bolígrafo a menos que fuera a firmar un documento, salió de su despacho para buscar uno con sus empleados.

Al salir y lo que jamás pasaba, choco de frente con una clienta, tirándole su bolso y ella a él su celular. Ambos en el momento se disculparon, él bajo a levantar su bolso, aprovecho ese momento para recordar ese rostro, de algún lugar lo conocía… sabía que la había visto, pero no sabía de donde, levanto todo, lo mas normal que podía y se los entrego.
- Disculpe señorita... Raul - estirandole la mano.
- Altair - regrésandole el apreton de manos.
 - ¿Puedo hacerte una pregunta? - dijo ella, mientras se acomodaba su bolso.
- Claro, dime - respondió él.
- ¿Te apellidas del Lago? - pregunto apenada. - Perdón si no eres, pero te me figuras a alguien a quien conocí hace mucho tiempo - dijo sonriendo.
- Del Lago, no… De la Roca, tú también te me haces conocida, pero la verdad no recuerdo de donde - No quería decir si alguna vez tuvo una aventura con ella y desapareció como con todas las demás... No quería quedar mal.
- ¿Donde estudiaste? - pregunto ella mientras Gaby, le entregaba su pedido. - Mil gracias - le respondía a Gaby 
- En varios lados estudie... - Hablaba de los lugares donde estudio después de haber casi huido del barrio donde crecio - Si tienes tiempo, podemos sentarnos e investigamos de donde nos hemos conocido o si nos estamos confundiendo de persona - le pregunto Raul, soltando una sonrisa.
- Me gustaría pero me están esperando… Bueno todavía no llega, pero me quede de ver aquí con alguien - Raul, no dejaba de ver cada expresión que hacía ella, tratando de hallar donde la había conocido.
- En lo que llega podemos charlar… - jalándola hacía él ya que estaban estorbando a los que estaban formados. - ven, esperemos a tu cita en el balcón, el día se presta para estar ahí... Además mandamos a remodelar esa área y quiero que me des tu punto de vista.

Algo pensativa Altair accedió y fueron juntos al primer piso.

- Entonces… ¿Este lugar es tuyo? - pregunto ella.
- ¿No te invitaría a pasar a un lugar si no es mío, cierto? - respondió el él sacando una pequeña sonrisa.

Durante el trayecto ella no dejaba de ver las cosas que tenía en la pared, sus cuadros querían decir algo pero no sabía que, los objetos colgados tal como los veía combinaban con la decoración, le llamaba mucho la atención aquella mujer que aparecía en varias imagenes, siempre de espalda y pocas veces de perfil. Ella ya lo había reconocido, pero él a ella no. Así, mientras Raul caminaba para llegar al área remodelada, le preguntaba cosas sobre su trabajo, de donde era, si conocia a tal o cual persona.

- ¿De verdad no me recuerdas? - dijo ella viéndolo a los ojos, Raul abría una cortina de plástico para que ella pasara, pero se quedo por un pequeño instante, casi persepctible estático viendo la mirada de Altair.
- No, la verdad no… Pero sé que nos hemos visto en algun lugar...- respondió él.
- ¿Donde estudiaste la secundaria? - pregunto ella. 
- En... ¡Es verdad! ya te recordé ¿De ahí nos conocemos? - repuso él con una sonrisa que no había sacado desde hace mucho tiempo. - jamás pensé volver a encontrarme con ninguno de ahí - dijo mientras acomodaba la cortina.
- Veo que te ha ido bien… - dijo ella mientras caminaban sobre un piso de madera. - tantos años sin verte y ahora por casualidad te encuentro, aquí… En el lugar donde menos pensé que te encontraría - decía Altair mientras veía por donde poner los pies ya que estaba en obra esa área.
- Quiero saber todo de ti o bueno desde donde deje de verte - dijo Raul, abriendo las cortinas y unas ventanas que daban directo a las copas de los árboles que había enfrente del local.
- ¡Que hermosa vista! - exclamo Altair acercándose al borde del barandal de cristal.
- Si,lo sé por eso mande hacer esto - le respondió él. - pero… dime ¿Que has hecho? - pregunto Raul contento de saber de alguien de aquel lugar al que tanto se negó regresar y jamás volvió.
- ¿Que quieres saber? - pregunto Altair mirando a la calle.
- ¿Te casaste? ¿has visto a otros del salón? - pregunto Raúl.
- Estuve casada de un gran hombre, pero no sé, no fuimos el uno para el otro… A unos pocos los seguí frecuentando aunque cada vez estamos mas distanciados. - respondió ella - ¿Y tú? ¿Eres casado? - pregunto Altair con una sonrisa que él no supo descifrar.
- No, no es para mi - respondió él, recordando en ese momento todo lo vivido con Mariana y el último día que la vio partir en el aeropuerto, para dejarla que cerrará el ciclo, el ciclo que ella decidió cerrar.
- ¿Pero tienes novia? - pregunto ella.
- No… ni novia, ni esposa, ni hijos, solo dos perros, que tal vez los viste en la terraza de la parte baja - respondió Raul levantando la ceja. Gaby subió para avisarle a su jefe que tenía que partir a una reunión en unos minutos as, Raul le movió la cabeza para confirmar…
- Mira que coincidencia, tú tienes una reunión y apenas esta llegando mi amiga - dijo Altair saludando a una chica que estaba caminando en la acera.
- Ok, vayamos a encontrarnos con tu amiga - dijo Raúl.

Ambos bajaron y se encontraron con Fabiola, ellas se abrazaron con una efusividad que sorprendió a Raul, quien estaba observando a cierta distancia de ellas, Gaby acercándose a su jefe para saber si se le ofrecía algo. Entre ellos murmuraron algo y Gaby se retiro lo mas rápido posible.

- Faby, ven te presento a un viejo muy viejo amigo - caminaron hacía donde estaba él
- Fabiola, él es Raúl… Raúl ella es Fabiola - mi mejor amiga.
- mucho gusto señorita - respondió él.
- ¡wow! ¿señorita? hace tanto tiempo que nadie me dice así que me la voy a creer - respondió entre carcajadas Fabiola, él solo sonrió y miro su reloj.
- Oh cierto Raul, tienes reunión… Me dio gusto volver a verte, te prometo regresar pronto - dijo Altair.
- No quiero ser descortés pero debo dejarlas... Están en su casa - dándole un beso a Fabiola y Altair.

Raul se dirigió a su despacho y en ese momento llego Gaby para ofrecerles un lugar donde sentarse a charlar, las dirigió a su mesa, les prendió la vela y trajo un plato de galletas. 

- En un momento vengo a tomarles su orden - dijo Gaby,
- Gracias - respondieron al mismo tiempo ellas.
- ¿Quien es él?, o sea señorita… ¡Cuanta educación!… ¿De donde lo conoces? - interrogó Fabiola a Altair, sacando un cigarrillo de su bolso.
- Se llama Raul, estudiamos juntos hace mucho tiempo… Si ha cambiado mucho, casi no lo reconozco - respondió ella, tomando una galleta.
- si, si, si, pero Altair, a ver amiga… ¿Sabes quien realmente es él? - volvió a preguntar su amiga.
- ¿Cómo que si sé quien realmente es él? - regreso la pregunta Altair.

Fabiola estaba por contarle quien era su “amigo” cuando llego Raúl, junto a otro señor para despedirse.
- No, no, no... por favor no se levanten, vengo para despedirme... Espero volver a verte y a usted también - viendo a su amiga - lamentablemente tenemos compromisos que atender y son inamovibles... 
- Señor, ¿Desea que llevemos sus cosas al coche? - interrumpio el señor Antonio que se acerco a él. Raúl no volteó a verlo - Pero tan pronto las vea de nuevo, prometo hacerlas pasar un buen rato. - despidiendose de Altair y Fabiola. - Claro Antonio, también trae su portafolios y sobre su escritorio dejamos una cajita negra… súbelas - le respondió su compañero. Raul y aquel señor se despidieron y salieron de la cafetería para esperar a que Antonio llegará, en lo que esperaban Antonio y su compañero voltearon un par de veces a ver a Altair y a Fabiola. Llegando Antonio, bajo lo mas rápido para abrirles la puerta, ambos entraron y partieron.

¡Cómo te decía amiga él es…

jueves

El que no vive para servir...

Era medio día y en la cafetería todo resultaba de lo más normal, gente entrando y saliendo, unos tantos sentados en las mesas. El día estaba nublado y el viento no perdonaba a la ciudad, pasaba tratando de limpiar cualquier suciedad de las calles y avenidas.

Entre la gente que entraba, llego alguien que sorprendió al personal, su físico delataba fuerza, a pesar de que las arrugas de sus ojos denotaba lo contrario, sus ojos verdes y la barba casi le cubría su cuello. Con gran amabilidad, saludo a todos y al llegar su turno, se quitó sus gafas obscuras y pidió un vaso de leche tibia y una mesa donde poder sentarse.

Gaby no tardo en atenderlo, ofreciéndole los tres lugares donde podía estar, aquel señor pidió estar en la terraza, a pesar de la advertencia de Gaby sobre el viento que pasaba por la ciudad, con una pequeña sonrisa, determino su afirmación. Dirigiéndose hacia el lugar, le sorprendio los detalles de aquel lugar, no dejando de admirar cada pintura o fotografía que veía colgada.  Al llegar a la terraza, la mesera le pidió esperar a que le cerrarán con una cortina plastificada transparente la terraza, el espero sentándose en la mesa de enmedio. Agradeciéndole de nuevo las atenciones hacia el. 
- Disculpe, señorita... - mirándola a los ojos - ¿Sabrá si tardara el dueño del lugar en venir? - pregunto con suma delicadeza.
- ¿Quien lo busca? - repuso ella.
- Un viejo amigo, sólo dígale si pregunta Eran el medio día y en la cafetería todo resultaba de lo más normal, gente entrando y saliendo, unos tantos sentados en las mesas. El día estaba nublado y el viento no perdonaba a la ciudad, pasaba tratando de limpiar cualquier suciedad de las calles y avenidas.

Entre la gente que entraba, llego alguien que sorprendió al personal, su físico delataba juventud, su cabellera era larga para su edad y su barba delataba que había pasado varias décadas. Con gran amabilidad, saludo a todos y al llegar su turno pidió un vaso de leche tibia y una mesa donde poder sentarse.

Gaby no tardo en atenderlo, ofreciéndole los tres lugares donde quería estar, aquel señor pidió estar en la terraza, a pesar de la advertencia de gaby sobre el viento que pasaba por la ciudad, con una pequeña sonrisa, determino su afirmación. Dirigiéndose hacia el lugar, le admiro los detalles de aquel lugar, no dejando de admirar cada pintura o fotografía que veía colgada.  Al llegar a la terraza, gaby le pidió esperar a que le cerrarán con una cortina plastificada transparente la terraza, el espero sentándose en la mesa de enmedio. Agradeciéndole de nuevo las atenciones hacia el. 
- Disculpe, señorita... - mirándola a los ojos - ¿Sabrá si tardara el dueño del lugar en venir? - pregunto con suma delicadeza.
- ¿Quien lo busca? - repuso ella.
- Un viejo amigo, sólo dígale que esta aquí el pescador, él sabrá entenderme - respondió aquel hombre de ojos cansados.

La mesera salió por el pedido y se dirigió a la oficina de su jefe.

- si, ya sé gaby... Llévale su vaso de leche y dile que ya voy... - le dijo antes de que ella le dijera algo.
- Esta bien señor - Y salió confundida como varias veces salía de aquella oficina.

No tardaron en atender al señor llevándole unas galletas de cortesía. Raúl tardo un poco en bajar, pero aquel señor ya estaba platicando con la cajera y quería pasar a saludar al chef que había preparado las galletas.

- ¿Nunca cambias verdad? - dijo Raul sonriendo y buscando el abrazo de aquel hombre.
- Todo el tiempo cambio Raul, así es la vida, un cambio - decía esto al abrazar a su amigo.
- Tantos años Lelahel de no verte - Era la primera vez que los empleados de “Detrás del Cielo” veía a Raúl sonriendo - ¿Donde estas sentado o quieres ir a mi oficina para platicar? - pregunto Raul.
- No Raul, sabes que me encanta estar entre la gente y mi vida es servir… - repuso.
- El que no vive para servir, no sirve para vivir - respondió Raul.
- Exacto amigo, ven te invito a sentarte - dijo aquel hombre.

Lelahel y Raúl se encaminaron hacía la terraza, mientras Gaby y Germán se decían cosas… sorprendidos de las acciones de aquel hombre y sobre todo la reacción que había tenido su jefe con aquel hombre.

- Dime ¿Cómo diste con este lugar? - Pregunto Raúl.
- Para nosotros.. no puedes ocultarte, ¿Lo recuerdas? - Respondió el hombre, con sus ojos claros y su cabello quemado por el sol.
- Sé perfectamente eso, solo que hace años que no estaba en comunicación con ustedes y se me hizo raro el verte aquí - respondió Raul.
- Además hace tiempo hiciste un compromiso… - dijo Lelahel.
- No lo he olvidado y si te fijas bien, aquí esta plasmado nuestra vocación - interrumpió Raul.
- Si lo veo, todos los cuadros y pinturas que has colocado tiene alguna alusión a nuestro cometido, lo que no entendiendo y jamás lo haré es esa rara amistad que mantienes con Luzbel - dijo aquel hombre, bajando la mirada como si estuviera decepcionado.
- Es una larga historia amigo, él puede representar lo peor de nosotros, siempre esta cuando uno hace o desea algo malo, pero dime ¿Quien no ha cometido un error o ha llegado a pecar? No lo dice la biblia “Que tire la primera piedra quien este libre de pecado”. Luzbel y tú me han enseñado que se siempre se debe manejar sobre una misma línea, no andar divagando que se lleva dentro, y, mejor demostrarlo. - respondió Raul.
- Si Raúl, pero que le digo al pescador… ¿Sabes? Él siempre se sube al último en el barco y diario nos dice.. “Sé que tarde o temprano, aparecerá de entre esas montañas y se subirá con nosotros” - dijo tomándole de la mano. Hace unos años Raúl hubiera retirado su mano, pero esta vez no. la dejo entre aquel hombre y de ese apretón de manos que le dio… volvió a sentir esa paz, esa alegría interior que una vez lo hizo dejarse guiar. - Sé muy bien que cuando escapaste del paraíso, Luzbel te adopto, pero lo que sembramos dentro de ti, ahí sigue y seguirá, lo sé Raul, por favor no te alejes, tocándole la mejilla.
- No puedo alejarme de un lugar si nunca se ha ido mi alma de ahí - Respondió Raul.
- Me da gusto verte Raúl y sé que al pescador le dará gusto saber que estás bien y estas llevando lo aprendido en practica - Se levanto Lelahel de la silla, no sin antes como reacción de niño, tomo la última galleta que les habían llevado - para el camino - le respondió sonriendo.
- Te acompaño amigo - levantándose también de su silla, Gaby como siempre estaba atenta a su jefe, este como con señas, le pidió que le pusiera galletas para llevar. Ambos pasaron entre los comensales, Lelahel como de costumbre pidió permiso para pasar, saludaba y agradecía a cada uno, así se fueron hasta la caja donde Gaby ya esperaba con una bolsa llena de galletas, dándoselas a su jefe.

Raúl acompaño a su amigo hasta la puerta de la cafetería, Lelahel volteó y abrazo a su amigo.

- Te extrañamos - dijo Lelahel.
- De igual manera amigo - respondió Raúl - mira… para el camino - dándole la bolsa de galletas.
- El que no vive para servir… - dijo Lelahel mientras caminaba hacía donde no sé donde.
- No sirve para vivir... - pensó Raul y volvió a su despacho, no sin antes, darle una pequeña palmadita en el hombro a Gaby. - Gracias niña - dijo sin voltear a verla.

martes

Incongruencias.

Estaban a cinco minutos de cerrar cuando entra una mujer preguntando por Raul, Gaby quien era la mano derecha de su jefe, la acompaño a sentarse y a ofrecerle algo de tomar. - Si te encargo un frapucchino moka - dijo cortante, mientas buscaba algo en su bolso, Gaby salió casi corriendo a pedir el cafe y a buscar a su jefe.

- Afuera lo buscan - Dijo Gaby entrando al despacho 
- ¿Quien me busca y a esta hora? - pregunto mientras cerraba su computadora.
- No me dijo su nombre, pero tiene un carácter fuerte - dijo apenada por lo último que soltó de su boca.
- No te preocupes ¿Esta en la terraza? - repuso aquel hombre.
- No, esta en el segundo piso, ahí esta ya solo - respondió Gaby, saliendo tan rápido como cuando llego.

Él tomo sus cosas con mucha tranquilidad, cerrando tras de si la puerta de su oficina, paso por la cocina, despidiéndose de la mayoría y aprovechando para pedir su último café del día. Cuando estaba cruzando el primer piso, estaba bajando Gaby haciendo muecas.

Tras subir al segundo piso, no la reconocía en cierta medida por la penumbra que dominaba y por estar de espaldas.

- Buenas noches, ¿En que puedo ayudarle? - pregunto aquel hombre, reconociendo de inmediato a la dama que preguntaba por él.
- En muchas cosas Raul - respondió sin levantarse - ¿Tienes encendedor que me prestes? - pregunto sabiendo que él siempre cargaba uno.
- Claro - sacándolo de su bolsillo - ¿Cómo has estado? Hace tiempo que no te veía - pregunto con su sarcasmo que tanto lo caracterizaba.
- Muy bien Raúl, y no te he necesitado mas, para estarlo -  sonaba molesta.
- Pues desde que me pediste que no te buscará mas, eso hice - dijo Raul.
- Lo hice para saber si lo que realmente sentías por mi era amor y buscarás la forma de estar conmigo - respondió ella. Él guardo silencio, no respondió nada. - Pero veo que no era así, solo venía a decirte que no me busques mas, que no me hable mas, porque tengo pareja... - quedándose callada.
- ¿Y lo amas? - pregunto con su pequeña risa.
- Si Raúl, si lo amo - respondió enojada.
- Pues entonces no entiendo que haces aquí - levantándose de la silla donde estaba.
- Si, la verdad no sé que hago aquí, ni tú eres lo que esperaba, ni yo lo que tú deseabas - dijo aquella mujer.
- Ok - Raúl se levanto, dejándole el encendedor en la mesa y bajo.

- Espera - dijo ella al ver que estaba por irse - ¿Alguna vez has amado a alguien? - pregunto.
- Si, solo una vez y no fue a ti - respondió sin voltear y bajo por las escaleras, perdiéndose.

No pasaron 2 minutos, cuando subio German, pidiéndole de la manera mas atenta que cerrarían en 10 minutos y tenía que irse de la cafetería.

Inicios...

Recuerdo muy bien mi primer encuentro con la amiga de mi madre. 

Se llama Elizabeth, una señora 9 años mayor que yo. Desde que tengo uso de razón me atraía, es una mujer pequeña no pasa del 1.60 de estatura, de un cuerpo atlético, delgada, de ojos negros muy expresivos y ceja poblada, su rostro siempre mostraba sobriedad, rara vez la vi levantando la voz o decir alguna mala palabra, sus senos eran chicos pero firmes, pequeños pezones rosados y piel blanca como la leche. Un culo redondo pequeño y sin ningún bello en su cuerpo, la admiraba porque era la mujer decidida, que luchaba por tener a sus hijos en buenas escuelas, bien vestidos, pero sin llegar a descuidarse ella misma. Y como alguna vez me comento y jamás lo he olvidado "Nunca se es necesario tener una pareja a tu lado para ser feliz" Siempre la veía bien vestida, aun en domingo.
 
Eli siempre me cuidaba mucho y consentía en lo que deseaba. Me abrazaba y acariciaba la espalda o el cuello, sus muestras eran mayores cuando no la veía nadie, metía su mano por debajo de mi playera y acariciaba toda la espalda y la cintura, llegando casi a mi vientre. Cuando la conocí ya tenia dos niños pequeños, Julian y Mafer.

Un día al salir de la escuela, vi que estaba afuera, obviamente fui a su encuentro, le pregunte el porque estaba ahí, respondiéndome que mis padres se tuvieron que ir, llevándose a mis hermanos con ellos y regresarían el domingo por mi. O sea que pasaría 3 días con ella. Creo que todo se conjugo para que pasara lo que estoy narrando. Al llegar a su casa, pregunte por sus hijos, seriamente me dijo que su padre había pasado por ellos. Apenado le pedí perdón pues sabia que ella ocupaba sus fines de semana sin sus hijos para atenderse o irse algún spa. Cuando escucho mi disculpa, volteo lentamente y viéndome a los ojos, me dijo "no eres ningún estorbo, mañana saldremos temprano a Ixtapan de la sal..." quedándose en silencio unos segundos "quiero que nos atiendan como nos lo merecemos". Me dejo en la sala y subió a cambiarse, a esa edad ya tenia toda la hormona a mil y estando con ella, era obvio que mas!

Me dijo que iría a cambiarse pues estaba cansada de los tacones y esa ropa, realmente tardo en bajar "ya tienes hambre" me pregunto cuando estaba bajando por las escaleras. Con voz bajita le respondí que si, levantándome del sillón para ayudarla. Mi sorpresa fue magnifica cuando la vi solo con una bata tipo seda roja, sus pantuflas y su cabello que le llegaba a la espalda recogido tipo cola de caballo. Su bata le llegaba a la mitad de sus muslos y fue la primera vez que pude verle sus piernas al descubierto. "Te ayudo" le pregunte temeroso viendo como peleaba por bajar algo de su alacena, "Bueno, esta bien, pásame el frasco de mermelada" me ordeno, verla de puntitas y ver como su bata subía mas me tenia paralizado. Me dio espacio para bajarle el frasco, aprovecho el momento en que tenia levantado el brazo para pellizcarme "aaay!" solté una carcajada, ella me regalo una pequeña sonrisa. "Te esta cambiando el cuerpo, pero sigues siendo un niño" dijo, mientras untaba mantequilla en un pan que freía, cuando le pase la mermelada sin querer pude ver que no llevaba bra, con el movimiento de su cuerpo se abrió un poco el escote de su bata, justo dejándome ver su seno, hasta ver su pezón que estaba en ese momento parado, no supe si por el clima que estaba haciendo o porque le excitaba esa situación. En su cocina tenia una pequeña barra donde nos sentamos a comer, cada uno tenia su plato con dos panes horneados y un vaso de leche, "al rato comeremos bien" me dijo, ella no se inmutaba de su bata que en ese momento ya tenia una abertura mas larga, podía ver la división de sus senos, casi hasta el ombligo, Eli me hacia preguntas de mi escuela, del equipo de futbol, hasta que llego el tema de las chicas, quedándome callado, pues ella bien sabia que era muy inexperto para no llamarlo muy tonto para conseguir novia. Terminamos de cenar, tomo mi plato y el suyo para ponerlos en el fregadero. Me sirvió mas leche y me invito a la sala para ver una película, ya que no pasaban de las 7 de la noche.
 
Ella se acomodo en el sillón dejando su bata entreabierta, me era incomodo voltear a verla cada vez que me hacia una pregunta y ver su piel. Sabia muy bien como seducirme. Eli cambiaba a cada rato de programa no había nada interesante, llego un momento que se molesto "te importa si ponemos una película" al responderle que no, se levanto dejándome ver sus pechos y el movimiento que hicieron cuando se levanto a buscar una película. El mueble donde tenia sus películas estaba del lado derecho del televisor. Cuando buscaba la película, me dejaba ver su trasero, como les dije, no era un monstruo de trasero, sino uno pequeño bien formado, casi me da un infarto cuando se comenzó agachar para buscar películas, su bata se levanto al punto para ver el inicio de sus nalgas. 
 
"¡La encontré!" volteo a verme con una sonrisa que me marco toda mi vida. La puso en el DVD y se sentó junto a mi, su hombro derecho quedo justo con mi hombro izquierdo. "Esto te ayudara con las niñas" me dijo casi al oído. Para escuchar mejor baje la cabeza, sin cerrar los ojos, vi que ya descaradamente sus piernas estaban al descubierto, la bata ya no le cubría nada. La separación de bata iba de su busto, hasta su pubis que estaba cubierto por una panty blanca, pasando por un pequeño ombligo en forma lineal. El cinturón con el que amarraba su bata estaba ya muy flojo y caía sobre su cuerpo.  

Yo seguía viendo su cuerpo, ella con su mano levanto mi rostro girándolo en dirección al suyo. Cerré los ojos, quería sentir todo en ese momento pero, a la vez, me pasaban por la mente, todos esos comentarios, pláticas de mis amigos acerca del sexo, con sus dos manos tomo mi rostro y sutilmente me dio un beso, ella era quien marcaba el ritmo y la forma.
 
 "Quiero ser yo quien te enseñe a amar y llenar de placer a una mujer" me dijo soltando otro pequeño beso. "Paso uno; la mujer con la que estas en ese momento, es lo único que debe importarte" mientras decía esto se colocaba en mi, sentándose sobre mi "Paso dos; jamás dejes de mirarla, no es un trofeo" decía y actuaba... besaba mi cuello, después de cada beso, soltaba una palabra. "Paso tres; hazla sentir tuya" tomando mis manos y ella misma se las puso en sus caderas. Por intuición comencé a acariciar su cintura, de poco en poco comencé a tener mas confianza en mi y mis manos ya no solo se dirigían por su cintura, comenzaba a pasar mis manos por su espalda, abrazándola por momentos. En un momento baje una mano por su trasero, al sentirlo ella, me tomó del cabello y mordió un labio. Supuse que iba por buen camino.
 
 Elizabeth, paso de recorrer mi cuello a acariciar mi pecho y con ambas manos tomo mi cinturón y lo quito, en ese momento el tiempo se detuvo, recorrimos un par de minutos en horas, desabrocho el primer botón y bajo el zipper, sabía como seducir.  Metió sus manos debajo de mi playera, pasando por mi abdomen y pecho. "Tu madre me mataría si supiera que estoy haciendo, pero desde hace tiempo... no dejo de verte como el hombre en que te estas convirtiendo" sonriendo lo decía. Tomo mi playera y me ayudo a quitármela. Al verme con el torso desnudo, se tapo los ojos y mordió su labio. Quise quitarle su bata en ese momento, pero Elizabeth me detuvo... "Gánatelo" sin taparse, pero sin quitarse su bata. Eli volvió a tomarme del rostro regalándome varios besos en los labios, besaba cada parte de mi cuello, dejando sus manos en mis hombros empezó a besar cada vez mas abajo, empezando por mis hombros, daba dos pequeños besos y besaba otra parte. Cada movimiento que daba, me hacia recostarme en el sillón. Me paralice cuando empezó a besarme el abdomen, empezaba abajo del pecho y terminaba donde empezaba mi boxer, sus manos se detenían en mi cintura o en mis muslos. Verla arriba de mi, ver sus pequeños senos. Mis manos acariciaban su cuerpo, verla en esa posición, ya no podía más. Mis dedos, empezaron a tocar sus senos, recorriéndolos por completo, con dos dedos, trazaba la silueta de su pezón. No supe que hice, pero Elizabeth soltó un pequeño gemido. "Vas aprendiendo" me dijo, volviendo a mi boca, su pubis estaba en medio de mi pantalón, solo nos separaba su pequeña panty y mi boxer, era lógico que ella sintiera mi erección en medio de sus piernas, con pequeños movimientos de arriba hacia abajo, empezó a bajarme mi boxer "Qué tenemos aquí?", sentándose, con un dedo tomaba el elástico del boxer y lo jalaba hacía ella, lo hacía con una alevosía que me llenaba de placer.
 
Como pude logre zafarme los tenis, Elizabeth al oír que caían, volteo y pude volver a contemplar ese cuerpo, su piel blanca, su bata que se colocó a un costado de su cuerpo, dejándome ver toda la piel desnuda de su cintura, no sé porque pero si ella no hubiera sabido llevar la situación, me habría vuelto loco por ella por mucho tiempo. “¿Qué haces?” me pregunto levantando su ceja “Nada, me estorbaban” respondí inocentemente. “Jamás pensé que podría gustarme tanto un puberto como tú" y volvió a besarme.

Ella era la que en cierta medida abusaba y gozaba, sus manos dirigían a las mías, poniéndolas detrás de mi nuca y a su vez ella con sus palmas recorría mis brazos, mi espalda y mi cintura. Con sutil autoridad jalo mis pantalones dejándolos en mis pantorrillas, mi bóxer poco a poco lo fue bajando. Aún recuerdo como con su mano medía mi miembro “sobrepasaste la expectativa” dijo, ya para ese entonces mis manos acariciaban su espalda y jalaban su bata para poder ver la pintura que hacía su trasero con esa pequeña tanga que traía puesta. con su mano jugueteaba con mi pene y su boca recorría mi ingle, mi pubis, hasta que llego lo tan anhelado. comenzó a dar pequeños besos en el tronco hasta bajar a mis testículos, era la primera vez que alguien hacía eso y no sé si por falta de experiencia o por miedo, solamente cerré los ojos, volviendo a poner mis manos sobre mi nuca y comencé a sentir lo que hacía, hasta que decidió que era momento para otra cosa. 

Se levanto del sofá y yo incorporándome junto a ella, Eli, solo me detuvo, no quería que me levantará del sofá, con suma delicadeza comenzó a soltar su bata, dejándola caer sobre el piso, quedando en su pie derecho y con un pequeño movimiento la aventó por el piso. Siempre mirándome a los ojos, sus pulgares jugaba con su pequeña tanga blanca...

Algo que te hace recordar a una amiga viajera...







viernes

Un antes y un después...







Propuesta Postergada.





- ¿Donde estás aquí o en tus negocios? - Dijo Mariana algo indiferente pues lo conocía muy bien.
- Dame un minuto, por favor, es un poco urgente esto - Respondió Raul apenado pues habían quedado en salir a caminar.

Desde que salieron del edificio donde vivían, no se soltaban la mano. 

- ¿Cuanto tiempo duramos para estar por fin así tu y yo? ¿dos, tres años? - pregunto al aire, mientras guardaba su celular en el bolsillo trasero. 
- Cuatro Raul, cuatro años de estar jugando al "tú a tu vida yo a la mía", la verdad para mi no fue divertido, ni me la pase bien - repuso Mariana mirando sus pasos. Raul no pudo dejar de verla, analizaba cada expresión, cada movimiento de ella, notaba como su cabellera larga ocultaba su rostro, con mucha delicadeza, tomo su rostro y le sonrió, mostrando esa sonrisa que a pocos les había regalo.
- Tampoco la pase bien... ni un poco, ¿Puedo darte un beso? - pregunto él apenado por la respuesta que había recibido.
- Jamás me pidas un beso - 

Si hubieran querido una mejor foto, no podrían haber elegido ese momento, se pararon enfrente de la entrada del parque, el atardecer sobre ellos, detrás de ellos los arboles y esa brisa que aparece solo en los momentos indicados. Él la detuvo, con su mano izquierda acarició su cuello, subiendo hasta su mejilla, su mano derecha tomó su cintura. Ella como fiel musa se dejo llevar por el momento, cerrando los ojos, espero la llegada de ese beso, ese beso que cada día recibía, pero con distintos matices. Él no cerro los ojos, hasta el momento en que sus labios y los de ella se tocaron. Fue un beso sencillo pero el más sincero que se habían dado desde que regresaron.

- ¿Oíste? - separándose de Raul.
- No, no... sígueme besando - algo extrañado respondió él.
- Son chillidos - dijo Mariana caminando por donde la guiaban los pequeños chillidos de ayuda, Raul al escucharlos también seguía de cerca a Mariana.

Hasta que vieron entre unos arbustos a dos pequeños gatitos.

- ¡Son dos gatitos, Raul! - le decía, mientras les quitaba las ramitas donde se escondían.
- Están graciosos - expresó Raul al verlos.
- No, están hermosos. ¿Podemos llevárnoslo? ¿Les conseguiré hogar?, por favor ¿si? - suplico Mariana.
-Se los comerán Zeus, Socrates y Jacobo - le respondió Raul.

Uno de los gatitos, camino hasta poner sus dos patitas sobre el zapato de Raul y como si tratara de rogarle, le chillo.

- Ya me caíste muy mal gatito... ¿Qué puedo hacer? - se dijo para si mismo  Raul, buscando una cajita donde ponerlos para llevarlos al veterinario, mas tardo en buscar la caja que en lo que mariana se quitaba su sudadera y los colocaba dentro de ella.
- Debemos llevarlos a primera hora - le dijo Mariana 

- La familia se amplia - pensó Raul, mientras regresaban al departamento.

En el camino Mariana no dejaba de mirar a esas pequeñas criaturas que al sentir el calor, se callaron y quedaron dormidos, él con su brazo izquierdo tomaba la mano de ella, mientras con la otra mano... dentro de su bolsillo daba giros a la cajita con el anillo de compromiso que no pudo entregar....

martes

Nada mas cumplo 30.


En abril de este año cumplo 10,950 días de estar vivo. Para simplificarlo cumplo 30 años. Sinceramente se han ido muy rápido, sin negar que he tenido días donde no veo el final y solo quiero que termine lo mas pronto posible. Pero si pudiera resumir con una palabra estos 30 años, sería sin duda "Gratificante".

En los 30 años que voy a cumplir, he descubierto que muchas verdaderas que tenía fundadas en mi mente, eran una gran mentira y las cosas que pensaba que no valían la pena, resultaron ser aquellas que mas satisfacciones me han dado. ¿Que irónico, no?.

Para resumir esto:

1.- Aprecié que tiene mas valor la experiencia de vida de una persona que un certificado de estudios.

2.- Valoré el verdadero significado de la integridad y el resultado que esta da en mi vida.

3.- Pude ver en primera persona, la dicha que se siente ser amado.

4.- El amor de un padre es raro, te deja solo pero jamás te abandona.

5.- Soy prueba viviente de las segundas oportunidades.

6.- Comprobé que el amor de un animal, luego es mas sincero que el que se hace llamar tu amigo.

7.- Lamenté el dejar una amistad que no daba para mas.

8.- Viví de cerca la experiencia de probar de todo.

9.- Que no existen las princesas, ni somos príncipes.

10.- Que el humano por mas que quieras idolatrarlo, siempre será imperfecto y eso, exactamente lo hace perfecto.

11.- Comprobé que los milagros si existen, solamente debemos tener los ojos bien abiertos.

12.- Comencé a darle mas credito a mi conciencia y diferenciar lo bueno y lo no tan bueno que existe en la vida.

13.- Me di cuenta que realmente no estamos solos.

14.- El dinero si es realmente necesario, mas si quieres ser feliz.

15.- La familia es como una fogata, si esta cerca te queman, si están lejos te da frió.

16.- Empece a ver las cosas que realmente valen la pena.

17.- Lamentablemente no he encontrado una persona con la cual me identifique.

18.- El tiempo apremia cuando tienes objetivos marcados.

19.- Todos valen la pena y todos tienen algo que aprenderles de bueno.

20.- En la Universidad debería haber una clase de como tratar a los hipócritas de la oficina.

21.- Debes valorar a cualquier mujer, no sabes cuando será la madre de tus hijos.

22.- Una madre siempre será la mujer mas importante en la vida de un hombre.

23.- Una buena educación te abre muchas puertas.

24.- Aprender, aprender, aprender.

25.- Si tocas la guitarra, te ven interesante y si cantas te ven mas bonito.

26.- Me percate que las mujeres que alguna vez ame, valían la pena y las deje ir.

27.- Leer de todo te ayuda a tener una buena conversación.

28.- No todo es futbol, cervezas y mujeres.

29.- Debí haber aprovechado mas las cosas cuando tenía la oportunidad de hacerlas.

30.- No me arrepiento de nada de lo que he hecho.