Al filo de la rosa.

... DIA I ...

Paulina.

- Pasa, no seas tímida - dijo un hombre sentado en su sillón detrás de un gran escritorio de Caoba - No creas que te dañaré, solo quiero ver que tienes para mi, ¿Traes algo para mi, cierto?, sino, no sé porque te tomaste el tiempo de venir a verme - dándose la vuelta para mirar a aquella pequeña dama que temerosa pero a paso firme ingresaba a aquella oficina recubierta de madera y libros. - Vengo... - tragaba saliva para articular las palabras correctas, su estrategia era estar en ese lugar el menor tiempo posible - Vengo para que me expliques... - fijando su mirada en los ojos de él sin poder sostenerla mucho tiempo - ¡¿Por qué te la llevaste?!, ¿Que te hizo ella? - soltando las preguntas de un solo golpe. - Por favor Paulina, toma asiento, esto no será difícil de decir para mi, pero tal vez no será fácil para ti aceptarlo - levantándose para esperar a que ella se sentará en la pequeña estancia que tenía dentro de su oficina.

Se sentó renuente, él, no dejaba de observarla, sirvió dos copas de wisky con hielos para no romper el humor del licor, le estiro la copa, ella la tomo sin dirigirle la mirada, él sentándose a un costado, su descaro rayaba en el cinismo, pasando por detrás del sillón y recorriendo con las yemas el cabello de Paulina, al sentir el rocé quedo paralizada, no podía moverse, quería salir corriendo y no regresar nunca, pero su cuerpo no respondía, ningún músculo le respondía. - Ahora si dime, ¿Cuales son sus inquietudes, hermosa? - Su tono era el cinismo mismo, crudo y cruel en sus palabras, cruzo las piernas, poniendo su copa en la mesa sin dejar de mirarla, ella seguía sin poder mirarlo a los ojos. - Quiero saber por que te la llevaste, ella era todo para mi... - Paulina no supo que mas decir, no tenía esas respuestas que tanto le hacían falta en su vida. - Yo no fui, niña deberías hablar con otro, porque ella siempre fue una persona de buen corazón, jamás pidió algo a cambio, todo lo dio sin recibir nada, vivió su vida como todos deberían vivirla, regalando sonrisas y buenas intensiones a quienes llegaban a solicitarla, eres afortunada de que te falte ahora físicamente, pero que se encuentre sentada justo a tu lado, cuidándote, procurando de que tomes las decisiones correctas, ¿O caso no has oído alguna vez una voz... - movía los dedos en señal de descaro - en tu interior que te hace desistir o te insinúa a seguir adelante aún cuando otros te dicen que pares?, esa vocesita es ella, nunca se ha ido de ti y jamás se irá si tú no quieres que se vaya - tomando un pequeño sorbo de wisky 

- Pero tú, no has actuado como ella, tú has juzgado sin conocer, has despreciado a quien te pidió ayuda, te has sentido única en este mundo y sabes muy bien que ese es tú debilidad, el no saber que no naciste sola, le has dado la espalda a quien alguna vez te extendió la mano. ¿O miento?, tú sola estas firmando tu condena y tortura, lo que tu hermana siempre evito - Al decir esto Paulina dio un sorbo de su vaso - tu lujuria, tu avaricia, tus ganas de ganar pese a quien le pese y sobre quien sea, la forma en que tratas a los demás algún día te llegara tu factura y será en ese momento en que regresarás otra vez, pero ahora en otra posición, sutil, rogándome, suplicando... - le susurraba al oído - que te de minutos de más en este mundo ¿Y sabes por qué? Porque cuando llegue ese día ya no podrás ver por ti, sino por otros que dependan de ti y cuando llegue ese día aquí estaré para ti, mi pequeña Paulina - Termino Luzbel, Paulina soltó un sollozo, tomo con ambas manos su rostro como aquel héroe rendido, sus hombros, sus cabellos, su cuerpo denotaba que la habían descubierto. Pero tanto él como a el otro, nada se les escapaba, tenían ese privilegio y esa maldición de ser los únicos jueces en este mundo sin poder interferir en las decisiones que tomara la gente, pero si pudiendo influir en ellas.


- Hay una posibilidad de compensar tus errores niña - Luzbel sentándose a un costado de ella, retiró el cabello del rostro de ella, ese cabello negro, ondulado que le cubría gran parte de su espalda. - Deja poseerte, híncate ante mi, di que soy tu todo - Luzbel paso sus dedos indice y medio por sus muslos, como caminando por un valle liso, terso y virgen. Ella con su cabeza baja, sus ojos cerrados con fuerza, sus manos temblando casi al punto de tirar el wisky, él con una sutileza tosca le retiro la copa, rompiéndose en el piso y derramando el liquido sobre el mármol. Paulina se espanto por el ruido y solo así pudo reaccionar con sus manos alejo a Luzbel que ya llevaba recorriendo su cuello, alcanzándolo a retirar cuando iba su lengua a tener contacto con su rostro, como pudo, su alma se levanto de ese sillón y salió corriendo de esa oficina, pero, su cuerpo seguía inerte, solamente su piel reaccionaba a los estímulos que él hacía, una lágrima salió de su ojo, el temblor de su piel no cesaba, el sudor de su piel comenzaba a brotar. Por cada caricia que Luzbel tenía con ella, su corazón se detenía - ¡Detente cerdo!, ¡No me toques! - pensaba pero su boca no podía gritar las palabras.

Todo hubiera seguido el camino que él estaba maquilando, su secretaría entro tocando apurada, él sin separar sus manos de las piernas de Paulina solo alejo un poco la cara de ella, lo que su secretaría entendió perfecto y se acerco discretamente al oído de este para susurrarle algo. Paulina no entendió lo que le dijo pero descanso, pues Luzbel se levanto de golpe y se dirigió a su escritorio - Te diré algo hermosa, odio la tecnología, no hay nada como escribir y tener todo en un lugar donde podamos quemarlo si así lo deseamos, ¿No crees? - Lo decía mientras buscaba algo en alguno de sus cajones Paulina aún sin moverse, solo lo seguía con la mirada de a poco comenzó a tener movilidad en su mano derecha, jamás se había sentido tan desesperada en su vida, después su mano izquierda. Cuando Luzbel tomó el teléfono ella pudo por fin despegarse de aquel sofá, se limpió con su sweater fuertemente por donde él había pasado su lengua y sin dejar de mirarlo, comenzó a caminar de espaldas sus manos las tenía detrás de ella tratando de no tirar alguna cerámica y buscando la salida de esa oficina.

Pasaron pocos segundo en lo que ella encontró la salida de ese tormentoso lugar, el aire cambio, pero aun se sentía impregnado de maldad, por lo que no tardo en correr hacía el elevador tocando desesperadamente el botón de descenso varias veces, se esforzaba por respirar, requería aire fresco, absorber la luz del sol, necesitaba llorar. Cuando por fin abrió el ascensor entro, apretando el botón del lobby, solo rezaba que Luzbel no detuviera la puerta antes de que se cerrara. No sucedió, espero bajar tres pisos, en cada piso se le detenía el corazón, quería ser fuerte, no mostrando debilidad a las personas que entraban  al elevador, no pudo mas, bajo el rostro, cubriéndose con su mangas comenzó a sollozar, aunque varios podían oír el ruidito que hacía, ninguno fue para consolarla o por lo menos regalarle una sonrisa, todos entraban y salían a su ritmo - Todo saldrá bien, no debes llorar - le dijo un señor de muy avanzada edad que por su aspecto se notaba que la vida se había ensañado con él. - gracias - respondió, soltando una sonrisa mas fingida que de corazón. Llego al lobby, paso a seguridad por su credencial y salió del edificio.

Camino algunas cuadras, llegando a un parque entre los arboles y juegos que se encontraban ahí, busco una banca donde se sentó y comenzó a llorar desconsolada por lo que había sucedido, quería un cigarro pero tenía años que lo había dejado, de hecho solo fumaba cuando iba en la universidad y cuando salía con sus amigas de fiesta, pero moría por uno, seco las lágrimas, saco un pequeño espejo que cargaba con ella siempre - No hay mucho que hacer - se arreglo lo mejor que pudo, volteo a ver donde había una tienda para comprar una cajetilla - Hola nena ¿Sabrás donde hay una tienda? - le preguntó a una niña que estaba jugando a escasos metros de ella. - en esa esquina hay una - señalándole con sus pequeños dedos. Paulina se levanto, se estiro un poco la ropa y camino hacía la dirección que la pequeña le había indicado.

Entro a la tienda, tomo una botella con agua y en el mostrador pidió una cajetilla de cigarros light, un encendedor, para regresar de nuevo al parque y pensar que haría. Todo esto sin mostrar ninguna reacción en su rostro, busco una banca vacía, saco un cigarrillo pero no lo prendía, solo lo veía, jugaba con él entre sus dedos. No pensaba simplemente veía como el cigarrillo pasaba por entre sus dedos delicados. - ¿Sino no estás decidida, no lo hagas?, ¿Te enciendo tu cigarrillo? - Le respondió un tipo de mas o menos su edad, sacando un encendedor de su bolsillo. - No te desagradan estos días, cuando esperas que salga el sol y por mas que buscas y buscas en el cielo, solo puedes ver todas las variedades de grises de las nubes que no tardan en  dejarnos caer sus lágrimas - decía esto mientras le encendía el cigarro y sacaba uno de los que él siempre cargaba. - Es gracioso que digas eso y tengas puestas unas gafas obscuras cuando, sabes que no saldrá el sol - le respondía Paulina viendo extrañada al tipo que por describirlo de cierta manera, era de esos hombre excéntricos que andan recorriendo la ciudad, que en otros tiempos fácilmente podrían pasar por maestros de ceremonias de alguna corte real. - Trato de verlo positivo de lo negativo, por cierto me llamo Miguel - extendiéndole la mano - Hola Miguel, yo soy Paulina - Cuando ella sintió su mano delicada, tersa, comenzó a examinarlo mas a fondo, percantandose que este hombre tenía las mismas cualidades que una dama.

Solo pudo sonreír y por un pequeño instante olvido lo que había sucedido hace poco tiempo. - Siempre eres así de callada, ¿A que te dedicas?, cuéntame - sonriendo le preguntaba - Bueno soy diseñadora, trabajo para una televisora pero heme aquí tratando de sobrevivir este día - Le dijo con un entusiasmo patético. ver el cuadro que representaban era casi como ver abrir una revista de street style, ella muy bien vestida, casual pero sin llegar a sencillez, él en cambio, jeans ajustados, lentes retro oscuros, sombrero de lado, barba medio crecida, camisa de colores y chamarra de piel, sin dejar a un lado el pequeño arete que tenía y la cadena.

Ambos se fumaron varios cigarrillos, intercambiaron datos, la platica estaba empezando a ser amena, cuando empezó a entrar la noche, Miguel se ofreció a acompañarla a un sitio para que se fuera directo a su casa, sin problemas, él esperaría por su pareja para ir a cenar, aunque le ofreció acompañarlos, ella se negó por un cansancio ficticio. Se despidieron en la estación del subterráneo. Durante el trayecto a casa Paulina se puso sus audífonos y se dedico a escuchar su música, trataba de hilar el porque le gustaba cada canción que escuchaba pero su mente estaba en otro lado, ella tenía sentimientos encontrados, felicidad por su vida, tristeza por hacerla ver quien realmente era, incertidumbre por que vendrá adelante, miedo por que pasará...

Faltaba una estación para llegar a su destino, se acerco a la puerta y espero ahí, en ese momento nadie existía solo ella y su mundo, el ruido y las personas que estaban rodeandola era solo el mosaico de ese día, recargo un poco su cabeza al poste que servía de pasamanos la obscuridad del túnel paso al alumbrado de la estación, viendo como la gente se acercaba para entrar al vagón, ya estaba por salir del vagón cuando un tipo le arrebato su bolso perdiéndose entre la gente que se apresuraba a entrar y otros en salir, por un instante intento ir tras él pero se rindió por el tumulto de personas que la rodeaban.

Espantada y con claustrofobia salió del subterráneo - solo falta que me atrope un carro - se decía para ella misma mientras enrollaba el cable de sus audífonos. A la entrada del edificio se encontró con José el portero del edificio, que le contó a grandes rasgos lo sucedido y le pidió las llaves de repuesto que siempre tenía él para cualquier incidente. Entrando a su departamento fue directo a la cocina, se sirvió un vaso con agua fría y se sentó en su sofá, su ánimo y su actitud se hundía entre los dobleces del mismo sofá, ya sin fuerzas para nada, cerro los ojos, recargo su cabellera sobre el respaldo y así sin mas le comenzaron a brotar unas lágrimas, no hizo el menor intento en secárselas, sin moverse de esa posición y solo con una mano comenzó a zafar su blusa con una lentitud casi sensual sino supiéramos lo que le había sucedido, termino por desnudarse, con una fuerza sobrehumana se dirigió a darse una ducha. Por primera vez, pudo relajarse, el agua caliente recorriendo y besando cada parte de su piel. Tardo de más, pero fue el lugar donde se limpió de todo lo sucedido durante el día.

Al salir de la ducha sonó el teléfono, ya con otra actitud corrió a contestar - ¡Si, quien marca! - esperando que fuera él, sin ver quien era - Si mamá, todo bien, si.. si... no... no te preocupes, no es necesario, de verdad estaré bien - con cada respuesta esperaba un momento, un poco desilusionada por esperar a que otro fuera quien la buscara - si yo también, si mamá ya estoy por dormirme, ok, tal vez en la tarde. Si mamá mañana saliendo de la universidad, no creo, si mamá yo también te extraño, te amo, cuidate, bye bye - colgando y soltando un suspiro por oír su voz. Y el saber que realmente no estaba sola, que había alguien en este mundo que le importaba su vida. Termino de secarse, desnuda por su departamento, se sirvió un vaso con agua y se fue a descansar a su habitación, apagando todo en su recorrido.

Raul.

- Buenos días Señor - decía una voz al otro lado de la recepción sin recibir respuesta mas que un simple levantamiento de mano de parte de la otra persona que se encontraba hablando con alguien, camino por el pasillo, cerro la puerta de su oficina, dejo su maletín, se quito su saco, todo esto sin dejar su celular, tardo un rato hablando por teléfono, colgado solo para marcarle a Adela - ¿Sabrás por qué todavía no tengo mi café en mi oficina - sin mas le colgó y en menos de 2 minutos estaba entrando Adela que era una mujer entre vente y cinco a treinta años con un cuerpo delineado pero lo que realmente llamaba la atención eran esos ojos que tenía, casi capaces de hipnotizar al hombre mas recio. - Le recuerdo que tiene una cita a las cuatro con los de Hamilton, después cita con el Sr. Pedro de la peluquería y a las 7 tiene una cena con el Sr. Tafan para ver la adquisición de las acciones en su compañía y no sé si quiera que le reserve su mesa en el "Bife" en la noche ya que es viernes - lo decía mientras dejaba la charola con su cafe, el frasco con azúcar y su cuchara del lado izquierdo. - También le marco la Srta. Monserrat a las 9:30 para ver si podían verse... - interrumpiendo - Yo le marco -... También le marco la Srta. Andrea para saber que día podían ir a comer, ¿que le digo? - quedándose callada, mientras él preparaba su cafe, siempre eran con 4 de azúcar y su café era traído de Cali - No sé, la próxima semana lo organizamos - Todo lo apuntaba Adela, aunque ya sabía varias respuestas - La Sra. de Durán le marco para ir a tomar un café el sábado a las 6 de la tarde - quedándosele viendo - Ok, confirma la cita - Adela se retiro a su lugar y comenzó hacer todos los pendientes que tenía, al terminar los pendientes le marco a su novio para saber si se iba directo a su casa o él pasaría por ella a la oficina.

- Adela me voy, te encargo los pendientes - dejándole un sobre con algo dentro sobre su escritorio - esto se lo das a Rafael debe ir a dejarlo al Sr. Ragno en su mano, yo me iré solo. Salió sin mas de la oficina, al abrirse el elevador se fijo en una chica que por mas disimulo que quería aparentar, estaba sollozando, eso le intrigo poniéndose junto a ella. pudo escuchar su voz respondiéndole algo a un anciano que bajo dos piso mas abajo, al llegar al lobby, vio como salía, casi se cerraba el elevador, como pudo salió, la siguió durante todo su recorrido. Quería abordarla pero no encontraba el momento adecuado, cuando iba a preguntarle algo, la chica se levanto y se fue a una tienda cercana, regresando a los minutos, vio como jugaba con su cigarro, busco en sus bolsillos si tendría algún encendedor o algún fósforo pero fue inútil, no tenía nada, entre llamada y correos se fijaba en sus actitudes con las personas. Algo que lo caracterizaba era su paciencia, espero sin desesperarse. - "Sr. irá con los Hamilton" - Le mandaba un mensaje Adela al saber que no se había llevado su carro. - "No, pásala para la próxima semana, cancela todas la cita de hoy, me salió un imprevisto. Saludos" - respondió sin mas. Al ver que la chica se iba con un tipo y al ver los ademanes que tenía él, no dudo en lo lógico y los siguió, vio como se despidieron, ella se entro al subterráneo y el otro tipo se siguió de largo, pensó en dejarlo ahí pero algo le insinuó que la siguiera, jamás se alejo bastante de ella pero si lo suficiente como para que ella no notará que estaba siendo espiada, si podemos llamarle de esta manera.

Se sentó casi enfrente de ella sin que ella levantara la visto o viera a quienes tenía al rededor, así pasaron varias estaciones, cuando se levanto para prever su salida, él se acomodo para salir por la puerta contigua, al abrirse las puerta pudo ver como le era arrebatado su bolso, volvió a ingresar al vagón solo para darle un golpe certero a quien le arrebato su bolso, dejándolo en el piso. Tomó el bolso para salir justo después de cerrarse detrás de si las puertas del vagón. Por mas que quiso alcanzar la chica, no pudo entre la multitud no pudo mas que rendirse y perderla de vista.

Al salir del subterráneo le marco a su chofer para que fuera por él, Rafael no tardo mas de media hora, cosa que aprovecho para fumarse un cigarrillo y comprar una soda para perder el tiempo, la zona en la que estaba no era la mejor, pero tampoco era la peor, pero por precaución siempre estuvo fuera de una establecimiento de comida, mientras miraba quien pasaba, clasificaba a las personas por quienes habían logrado algo, quienes venían del trabajo, quienes estudiaban, las parejas... 

Al ver Rafael que el Sr. De la Roca tenía consigo un bolso, se adelanto a ayudarlo, no siendo requerido por él, que le pidió que lo llevará a su casa, como todo profesional, no hablo ni una palabra del por que estaba en esa zona, en esa estación o el por que no se había llevado su auto o mas importante el porque traía un bolso de mujer consigo. el camino se hizo un poco largo por el transito común a esa hora del día, él aprovecho para hacer llamadas y para saber los avances con Adela, aunque Adela ya tenía media hora de haber salido de la oficina y estaba caminando de la mano de Rodrigo su novio. - Rafael vamos a pasar a casa de Ragno, ¿A que hora le entregaste el sobre? - Pregunto para saber si habían hecho lo que él les pidió - A las 3 de la tarde señor, él mismo lo recibió - respondiendo mientras lo miraba por el retrovisor - Ok, eso esta bien - el Sr. De la Roca seguía en sus actividades, pero Rafael no perdía de vista el bolso, pensando en todas las posibilidades del porque su jefe tendría un bolso de mujer en su poder.

Tardaron un cuarto de hora en llegar a casa de Ragno. Al llegar lo recibió la ama de llaves - Buenas tardes Sr. De la Roca, el Sr. Ragno no tarda, esta en una llamada pero en este momento le aviso de su llegada ¿le ofrezco algo de beber o algo de comer? - le daba la bienvenida la Sra. Matti, mientras lo dirigía a la sala de juegos para que estuviera a gusto. - Si por favor Sra. Matti, le encargo un vaso con agua y dos hielos - decía mientras camina por el pasillo, cuando entro a la sala de juegos y se instalo, la Sra. Matti desapareció casi por arte de magia. La sala de juegos era casi comparable con una departamento de clase media, contaba con una mesa de billar, una televisión que podría ser una grosería para otras casas por lo grande que era, todo el piso era de duela traída de la India con ciertas imperfecciones que le daban un toque de armonía con el resto de la decoración. 

Aunque De la Roca no le agradaba el estilo Luis XV con el que estaba decorada la habitación, fruncía el ceño en forma de buen gusto. Ragno tardo unos minutos mas en llegar, De la Roca ya estaba por terminarse su vaso con agua - Ciao bambino cosa hai fato? (hola niño ¿Que has hecho?)- con una sonrisa forzada le preguntaba Ragno a De la Roca - Lavorando no so fare un'altra cosa (trabajando no sé hacer otra cosa) - Le respondía de igual manera, aunque De la Roca no era italiano como Ragno, era poliglota que dominaba bien varios idiomas - Dime a que tengo este honor - le decía al oído en un abrazo fraternal. - Vengo a que me apoyes a localizar a una persona... ¿Tendrás de ese wisky que compraste en la subasta? - respondía De la Roca, que recordó una vez que Ragno y él fueron a Christie's a presenciar la subasta de dos cuadros de Andy Warhol y cuando subastaron una botella de Wisky, De la Roca hizo que Ragno comprara una. - ¿Y cual es el motivo del que quieres saber de esa persona? - Ragno sacaba de un baúl que tenía a un costado de la televisión una botella - Jamás te he visto interesado en alguien como para investigarlo, sé que tienes tus propios "contactos" que te harían ese favor mas rápido que yo - Le cuestionaba, mientras servía dos copas -  Es puro interés ¿Puedes apoyarme? - le regresaba la pregunta aunque sabía que Ragno no se negaría ya que entre ellos había una amistad mas fraternal que de negocios. - Si, sabes que si - dando un sorbo al wisky. 

- Rafael, podrías traerme el bolso que deje en el carro... Es para ayer - sin mas le colgó - no sé quien sea, como se llame o que haga, simplemente quiero saber quien es - Rafael no tardo ni dos minutos cuando tocó para poder pasar y entregarle el bolso a su jefe - ¿podrías ver si hay alguna identificación dentro? - le pidió De la Roca a Rafael, él le miro y abrió el bolso sacando, celular, maquillaje, servilletas y un monedero el cual abrió para revisar si había alguna identificación, cada cosa que sacaba, Ragno y De la Roca lo miraban, hasta que Rafael saco una identificación - Paulina Alcántara Valdez...  Así se llama - mostrándole la identificación,  De la Roca solo la observo, pasándosela a Ragno la observo un momento, guardándola en la bolsa interior de su saco - Cuenta con ello - le respondía Ragno a De la Roca. Rafael se disculpo y se retiro al carro para esperar a su jefe. - ¿Cuando crees que puedas darme información? - le pregunto a Ragno solo al ver que Rafael se había retirado. - Dame una semana, ¿Quieres otro trago? - Respondiéndole y cambiando el tema radical - No, debo marcharme, es tarde y tu debes descansar esas canas, no son en balde - le dio un golpecito en el hombro y salió dejando ahí a Ragno - ¿Tan importante es? - Respondió mientras De la Roca abría la puerta del salón - No lo sé... quiero averiguarlo, jamás falla mi intuición - cerrando tras de sí la puerta.

- Ahora si, por favor a casa - ordenándole a Rafael - Si señor - Rafael conocía de años a su jefe, había visto el crecimiento de este en todos los aspectos y sabía lo discreto que era casi al punto de parecer un capo italiano. - ¿Podría hacerle una pregunta, señor? - mientras miraba por el retrovisor a su jefe - Si, claro - respondió - ¿No ha pensado en formalizar con alguna mujer?, digo, tiene la fortuna de que varias damas lo busquen pero alguna debe ser la indicada, ¿No crees? - preguntando en un tono muy sutil - Rafael al igual que la mayoría de las personas que dependían de él, ya tenían varios años con él y aunque casi no socializaba con sus empleados, le era fundamental saber que sucedía en la vida de cada uno de ellos, - No he tenido suerte en eso, tal vez ella sigue escondiéndose de mi, o no he sabido observar como se debe - respondiéndole sin levantar el rostro, pero si levanto la mirada para verlo por el espejo - solamente algo, la vista en el camino - al decir esto Rafael vio como otro carro paso de frente sin detenerse en el semáforo. De la Roca seguía sin levantar la mirada.

No tardaron el llegar por la hora, la ciudad se comenzaba a dormir. - Servido señor, se le ofrece algo mas - pregunto Rafael con un semblante algo cansado - No Rafa, mañana es cumpleaños de su hija, ¿cierto? - pregunto De la Roca - Si, señor - respondiendo algo sorprendido el chofer - Ok, tomate el día y cómprale algo bonito - le sonrió sin despedirse. - "A veces me da miedo" - pensaba para si mismo, rascándose la cabeza extrañado del como teniendo muchas cosas y compromisos durante el día tenía el tiempo de acordarse de algo "insignificante" como era el cumpleaños de su hija mas chica.

- Buenas noches señor - Le saludaba Beto el portero del edificio donde vivía - Buenas noches Beto, ¿tengo algo de correspondencia? - Regreso el saludo De la Roca - no señor todo ha estado muy tranquilo, ¿Sacará a sus perros o desea que los paseé yo? - Beto sabía que hacerle favores al señor era sinónimo de algún dinero extra. - No Beto, me encargaré yo - cerrándose tras de si la puerta del elevador. - La noche era la mejor amante, no le cuestionaba, no hablaba, siempre era cálida y siempre estaba ahí. Al llegar, Zeus un gran danés arlequín y Sanson un mastín ingles atigrado lo recibieron - ¿Que tal su día chiquillos? - les preguntaba, recibiendo la muestra de cariño y sinceridad mas grande que podría recibir - Saldrán con Beto, pórtense bien - les daba caricias a cada uno, camino por el pasillo hasta el teléfono que lo comunicaba con Beto - Hola Beto, ¿podrías subir por los perros? - comento algo ya agotado, Zeus y Sanson lo seguían por donde iba, Beto no tardo mucho en tocar la puerta del 901. - Pasa Beto - abriéndole la puerta y dándole las correas para que pudiera controlar a sus perros, como pudo Beto se llevo a los perros, De la Roca ya estaba para ese entonces sin corbata y sin saco, yendo a la cocina, recibió un mensaje "Lo prometido es deuda, la chica que buscas estuvo hoy con Luzbel, mañana me dan toda la información... Descansa" De la Roca solo respondió con un "Ok", del refrigerador tomo un jugo y fue a la habitación contigua que había sido remodelada como armario, al terminar de desnudarse, y como era su costumbre, regreso por un cigarrillo, su encendedor que dejaba siempre en la mesita de la entrada de su departamento. tomo otro vaso con agua y salió a la terraza totalmente desnudo a fumarse el cigarrillo. Ese momento era para él, era el momento que utilizaba para meditar que había hecho, hacer memoria de los pendientes que tenía y los logros que había tenido durante el día. En medio de sus pensamiento salto aquella chica a la que siguió - ¿Por qué la seguí? -  era la primera vez que se hizo algo sin un motivo aparente, sino por puro impulso. En la zona en la que vivía había mas conjuntos habitacionales del mismo tipo de personas y mas de una vez alguien lo había visto desnudo en su balcón, solo o acompañado, pero, sin que él le tomará alguna importancia mayor, al terminarse su cigarro, volvió a entrar a la sala que daba al balcón, puso "Sevillanas a dos guitarras de Paco de Lucía"


Beto regreso con Sanson y Zeus, recibiéndolos con una camisa y un pants se despidió de él dejándole dos billetes que mucha falta le hacía a Beto para aliviar unos dolores que padecía su mujer - Mañana usaré la moto beto, ¿podrías pasarle el trapo? - le pregunto - ¡Claro! aprovecho a lavar las dos para que estén limpias - respondió Beto sabiendo que podría usar la de pista o la chopper. - Gracias beto, descansa - el portero salió despidiéndose con un gesto.

Zeus y Sanson corrieron a tomar agua y a comer, De la Roca aprovecho su ausencia para limpiarles sus tazones y servirles su comida. - Buenas noches Sr, se encuentra aquí la Srta. Monserrat, ¿la dejo pasar? - llamando Beto desde el lobby - Si, por favor - respondió. Que para entonces andaba sin camisa, emparejo la puerta para que pasará Monserrat ya sin tocar. Tardo un poco al subir al departamento porque se quedo fuera del elevador retocando su rostro. Paso anunciándose sola - Hola Raul, ¿Donde estás? - llamaba mientras cerraba la puerta - Pasa estoy en la cocina - respondió él. Monserrat dejo su abrigo sobre el sofá, llegando a la cocina, pasó sus dedos sobre de la mesa donde estaba él, de una forma bastante provocativa, él en cambio estaba lavando el vaso que había ocupado, volteo a verla sin soltar el vaso, ella aprovecho la oportunidad para abrazarlo por la espalda, acariciándolo desde el pecho y metiendo solo centímetros debajo del pants - te extrañe - susurró Monserrat al oído de él sin recibir una respuesta. - Vamos a la habitación - Terminando su día.


... DIA II ...


Paulina. 

- Por fin es sábado - Paulina pensaba para si misma al ver como el sol quería entrar a su habitación por debajo de su ventana, estirándose varias veces, aunque Paulina tenía vente y ocho años, tenía muchas actitudes de una niña de quince, era y se consideraba una mujer madura en tomar las decisiones correctas en su vida. Acostada busco el control de la televisión, quedándose recostada viendo unas caricaturas que le recordaban su infancia, aunque no quería y sufriendo se levanto a lavarse, regresando rápido al escuchar que hablaban del resumen de la novela que le gustaba. Ella era una mujer que aunque no era deportista de tiempo completo, le gustaba mantener una figura saludable que se notaba en su vientre plano, verla caminar por su habitación, solo traía puesta una playera que le llegaba a medio muslo, que un exnovio le había regalado como regalo de aniversario y ella lo conservaba mas que por un buen recuerdo, sino porque realmente era una pijama muy cómoda.

Estaba preparando todo para meterse a la ducha cuando su madre al teléfono la interrumpió. - Si mamá, en la tarde estaré ahí... No mamá sabes que lo perdí ayer - omitió el accidente que tuvo en el subterráneo para no alterarla mas - Claro, tú me lo enseñaste, apenas tenga de nuevo celular usaré la agenda para regresar todos los números ahí... sí mamá, sí mamá... ¡Ya mamá yo también te amo!, ¿ya me dejas hacer mis cosas? - le respondía en tono burlón para que se relajará y la dejará hacer sus cosas - Ok... si bye bye, al ratito platicamos, ¿si mami? - Por fin pudo dejar a su madre después de oírla 10 minutos contándole todo lo que había pasado durante la mañana y los reclamos que el día de ayer no pudo decírselos. Paulina camino a su stereo, conecto su viejo iPod que tenía guardado por que ya tenía otro nuevo. El sábado conspiro para que fuera hermoso, no se podía notar una sola nube en el cielo, el día era tibió y la brisa apenas era perceptible todo lo contrario al día anterior donde el sol se rehusaba a salir. Animada por el día, subió el volumen a la canción que estaba sonando "Juega con mi experiencia hazla tu ciencia y deja ver... entra con tu sonrisa, siente la brisa tienes con que" Cantaba y bailaba como si nada existiera, en la ducha solo se la pasaba cantando, Ornelas, Iskander, Esteman, cada canción era agradable ese día, al estarse tallando su cuerpo, pensaba el por que no podía conseguir una pareja que la deseara con locura, que diera todo por ella, que la hiciera sentir mujer, llena, que viera por sus ojos, simplemente quería un hombre al cual no cuidar o estarle pagando la renta o que la viera como su madre y no como su pareja. Suspiro, cerrando las llaves, salió del baño, comenzando a vestirse.

- Señorita, ¿Quiere que vaya a hacer el duplicado de sus llaves? - le dijo José al verla que ya iba de salida. - ay José, ¡Si por favor!, mil gracias - entregándole las llaves y regalándole un pequeño beso al portero que ya pasaba por los 60 años de edad. Justo antes de salir recordó que no tenía el dinero suficiente para ir a Universidad y después a casa de sus padres - Don José... - poniendo las manos por detrás de su cuerpo - Tenga Srta. Alcántara no es mucho pero sé que la sacará de apuros este día - José le tomo sus manos blancas, las abrió y colocó los billetes ahí, cerrándolas después de eso, el contraste de ambas manos, las de Paulina blancas, suaves y pequeñas y las de José curtidas por el trabajo, el sol era el contraste de la juventud y la vejez - Don José le juro que se los pagaré cuanto antes - le dio dos besos en cada mejilla del señor que solo sonrió mostrando sus aún blancos dientes. - Lo sé señorita y vaya con Dios - Paulina sonrió y salió corriendo porque se le estaba haciendo tarde para su clase. 

Tomo el bus que la dejaba a unos minutos de la Universidad, durante el camino solo pensó en las cosas que debía hacer para volver a tramitar sus documentos que había extraviado el día anterior, en todo el tiempo que iba a perder, estaba pensando en como le diría a su jefe que le diera un día para hacerlos, el día que iba a tomar y cual era el mas urgente, también pensaba en si la iban a dejar entrar a la Universidad sin la credencial. El bus no tardo mucho en llegar al destino, Paulina bajo y camino hacia el campus. 

- ¡Espera Pau! - se escuchaba de lejos - ¡Pau, por favor espera! - al reconocer la voz que la llamaba volteo para esperar a Sara, su compañera de clase. Sara tenía menos edad que ella porque decidió hacer su maestría terminando la carrera y no esperar a trabajar para decidir que elegiría, era algo que Paulina no entendía pues a ella le habían aconsejado trabajar y después decidir que maestría tomar. No tardo en alcanzarla Sara - ¡Hola muñeca! ¿Cómo estas? - pregunto su amiga que no tenía mas de 23 años. - Bien Sarita ¿Y tú? - regresándole el beso y soltándose del abrazo de su amiga. - Super, termine con Rodrigo - con una sonrisa completa le dijo - ¿Y estás feliz al haber terminado con tu novio? - pregunto algo extrañada Paulina - ¡Claro! Ro era un tipo muy posesivo y celoso, me celaba de cualquier cosa ¿Tú crees? - Si dar pauta a la respuesta de Paulina - Pero que te parece si saliendo de la clase vamos a tomar un café y ¡ahí te cuento todo! - Sara no dejaba de sonreír esperando la respuesta de su amiga - No puedo nena, debo ir a casa de mis padres, hace mucho que no los veo, pero el próximo fin de semana podemos hacerlo - y continuaron caminando hacía la Universidad, en la entrada Sandra paso normal, mientras que Paulina un tanto temerosa entro pensando que le pedirían su credencial.

Los sábados solo tenía unas pocas horas quedando libre pasando el medio día, sus clases transcurrieron sin mas problemas, cuando se dirigía a las oficinas para volver a tramitar su ID, chocó con otra persona - ¡Perdóname! es que ando pensando en mil cosas - le decía Paulina - No te preocupes, de hecho fue culpa mía por querer salir rápido - respondió el joven que contaba con los mismo años que Paulina. Cuando ella lo vio al principio le llamo la atención  sus ojos verdes y su barba cerrada, su altura y la forma de vestir. - Realmente perdóname - y aquel hombre siguió su camino, Paulina quedo encantada con aquel hombre que había visto por primera vez y que era el prototipo de hombre que buscaba físicamente, tanto quedo distraída que se le olvido el porque estaba en la oficina de asuntos estudiantiles.

- ¿Si diga? - pregunto una señora sentada del otro lado del escritorio. - Hola, vengo, porque quiero reponer mi credencial... - El tramite no duro mucho, unas preguntas de la encargada, tuvo que llenar un formulario y antes de salir pregunto por aquel joven con quien había chocado minutos antes. - Se llama José María Vicenzo, es nuevo de hecho acaba de inscribirse - respondió amigable la señora. - Gracias por todo su apoyo, pasaré la siguiente semana por mi credencial.

- ¡Lo viste! - exclamo Sara al verla salir de las oficinas - ¡Si! ¿Que hombre, no? - soltando un suspiro. - Que bueno que ya soy soltera - respondió Sara, mientras caminaban a la salida de la Universidad. - Mis padres pasaran por mi, podríamos acercarte a la estación, ¿Si quieres? - le dijo Sandra - Si por favor, sería de gran ayuda - respondió Paulina. Los padres de Sandra no tardaron mucho en pasar por ellas, ambos le insistieron a Paulina que los acompañara a almozar algo, antes de que partiera a casa de sus padres, quienes vivían en la ciudad de Cuernavaca a unos 80 kms de la capital, donde vivía. El almuerzo no demoró mucho, llevando a Paulina a la estación para que tomará su autobus.

Durante el camino leía su libro "Brida" de Paulo Cohelo, quien era su escritor favorito, sin percatarse en quien estaba junto, detrás o enfrente de ella, llego a su destino, como no llevaba maletas, tomo el primer taxi que encontró.

- ¿Podría llevarme a San Jerónimo? - pregunto ella - Claro, suba - respondió el taxista que sin mas preguntas y como si el diablo estuviera en su motor, llevo a su pasajera a su destino. Ella como pudo se sostuvo de donde pudo y mas mareada al llegar dos calles antes, se bajo, por seguridad, jamás dejaba que un taxista o una persona ajena, supiera donde vivía ella o su familia. 

Camino las dos calles faltantes, tocando el timbre de la casa 17 de Ex. Haciendas de Chimalpa. Pudo escuchar los ladridos de Duquesa, una schnauzer gigante color negro. Su madre no tardo en recibirla, abrazándola muy fuerte y tiernamente. - ¿Ya comiste? - le pregunto Blanca la madre de Paulina - No mamá, bueno si, me invitaron a comer los padres de Sara, pero  si te acepto un café - sonrió mientras le daba un beso en la mejilla - ¿Y tus maletas hija? - volvió a preguntar su madre al ver que venía sin nada - Mamá, me regreso mañana y siempre tengo ropa aquí, a menos que ya me la hayas tirado - le dijo Paulina de forma sarcástica. Ambas entraron a la casa, cruzaron el patio que estaba lleno de hortalizas que su padre y su madre sembraron al comprar la casa. Su madre y ella prepararon el café sentándose en la mesita que daba al patio, el clima era el típico de la región, dándole la oportunidad a Paulina de perderse por un tiempo de sus preocupaciones y dedicarse a gozar del día. Durante su café, hablaron de todo, de vez en cuando su madre la reprendía del ser tan descuidada y de confiar en todos y mas en la capital que a causa de eso sostenía su hipótesis con el robo de su bolso del día anterior, pero no indagando mucho pues no veía mucho a su hija y prefería hablar de otros temas. El tiempo paso y los temas se fueron acabando.

- Y Andrés, ¿Por qué no vino? - le dijo su madre - Andrés ya es historia, se fue de la casa hace 4 días, pero mamá sinceramente no quiero hablar del tema, fue un tipo que no dejo historia en mi vida - respondía después de dar el último trago de cafe - ¿Sabes? ¡Tengo ganas de nadar un rato! - sonrió Paulina al ver que el sol estaba perfecto para que no le lastimará la piel - Adelante, tu padre la limpio en la mañana, cuando supo que venía - respondió su madre, Paulina ayudo a su madre a llevar las tazas y el plato de galletas que habían sobrado a la cocina, mientras ella seguía en la mesa, subió a su cuarto a cambiarse, poniéndose un bikini blanco de dos piezas que dejaba lucir su esbelto cuerpo, tomo un pareo y salió, paso por donde estaba su madre sentada, la abrazó por detrás y le dio varios besos en su cuello, su hombro y su mejilla - te amo mucho mamá - soltándola para ir a poner el pareo en el pasto. De un salto entro a la alberca, nadando por debajo del agua, hasta llegar a la mitad de la alberca. Nado durante casi una hora, dejando sus problemas detrás, olvidando a Andrés, olvido la escuela, olvido los pendientes del trabajo y sobre todo olvido a su corazón que había dejado junto al pareo.

- ¡Ven mamá! - le gritaba Paulina a su madre - No hija, no me gusta mucho, lo sabes, desde aquí te acompaño - Su madre se acerco donde estaba ella, a comparación de Paulina, Blanca evitaba mojarse. En ese momento recordó el debate que tuvieron ella y su padre en hacer la alberca, ya que ellos estaban un poco maduros y Paulina apenas era una adolescente. - ¿En que piensa señora? - le pregunto su hija - jaja, en nada, te veo en la gran mujer que te has convertido - diciéndolo de forma orgullosa - Bueno, tuve un buen ejemplo - respondió Paulina, volviendo a sumergirse en el agua. 

- Ya sal, te harás viejita mas pronto - riendo le dijo su madre - ay madre, ya voy - nadando de ida y vuelta a la alberca, saliendo cuando el sol estaba por ocultarse, Blanca le acerco su pareo y entraron juntas a la casa - date un baño - ordeno su madre - si mamá, en eso estoy - diciéndoselo con cierta seriedad, pues ni siquiera acababan de entrar a la casa - preparo la cena por que tu padre esta por llegar, compramos unas películas, por si quieres verlas en lo que llega - le dijo su madre. Paulina subió a su recamara, para ducharse, - ¿Donde estará el disco de Iskander? - buscando por su librero. - ¡Que bien, aquí estas!  - lo puso en su viejo stereo, subiéndole un poco el volumen "cafe de melón, para estar mejor, especial sabor entre frío y caliente..."  Apenas sonó la canción movió su cuerpo al ritmo de la canción, Paulina tenía ese don de poder mover la cadera al bailar que dejaba a mas de uno perplejo, así con su baile, se desnudo y entro al baño.

- Esta niña nunca cambia, aunque tenga al mundo encima siempre seguirá con su espíritu libre - Se decía a si misma Blanca, mientras desprendía el queso para preparar enchiladas verdes, Blanca estaba tan entretenida escuchando los cantos de su hija y cocinando que no se dio cuando llego Julio su esposo y padre de Paulina - Que rico huele ¿Y esa música? - pregunto - Es Pau, esta de visita... se regresa mañana a la capital - respondió Blanca - ¿Me pasas las tortillas y la salsa que están en el refrigerador? - le pidió Blanca a su esposo, él era un tipo tachado a la antigua, su prioridad era su esposa y su hija, empezó su vida de la nada y con esfuerzo y paciencia logro construirle un hogar a su esposa y un futuro a sus hijas. Desde joven siempre amo a su esposa, aunque era prohibida por ser de otra clase social, los padres de Julio eran obreros y los padres de Blanca pertenecían a una de las familias mas influyentes de aquella época, Julio logro estudiar y trabajar hasta el punto en que pudo independizarse y separarse de su pasado pobre, aunque esta situación no le afectaba a su esposa, ella lo respeto, él jamás volvió a su antiguo barrio o regreso con su familia que siguieron en la misma clase social de siempre.

- ¡Hola papa! - corrió Paulina al verlo en la cocina, dando un brinco para abrazarlo - Te amo - regalandole varios besos por sus mejillas - Cuéntame ¿Cómo has estado? - soltándolo para regalarle otra sonrisa - Muy bien hija, trabajando aunque ya es mas sencillo porque me ayudan unos chicos que son los que cargan los productos, entonces yo ya solo hablo y ellos cargan y surten, ¿Cómo ves, pequeña?, pero ya vamos a comer, ¿si? - tomándola de la cabeza para darle un beso en la frente - Hija pon la mesa - le pidió su madre, gustosa su hija puso la mesa para cuatro, al terminar y poner la comida, los tres se quedaron serios y sin decir nada guardaron unos minutos de silencio hasta que su padre comenzó a contar como había sacado un buen trato unos días atrás de a poco se relajando el ambiente, Paulina contó sobre su escuela, su trabajo y se animo a contar algo del fin de su relación con Andrés, sinceramente a su padre no le era de su agrado ese joven, en platicas con Blanca, sacaba lo que percibía de él y en cierto grado soltó una pequeña sonrisa al saber que habían terminado - "Mi nena merece alguien mejor" - pensó para si mismo. La cena tardo mas de lo habitual. Julio desde siempre era quien levantaba los trastos y los lavaba, tenía la filosofía de que su "mujer" hacía demasiado ya al estar pendiente de los pagos, sus hijas y mil cosas de pendientes en la casa, jamás dejaba que sus hijas los lavarán estando él ahí o Blanca. 

Mientras Julio lavaba los trastos, Blanca le sonrió y tomó la mano de Paulina - Te amo, no hagas locuras, te necesitamos hija - le dijo, saliéndose una lagrima - No llores Blanquita, siempre estaremos juntos, esto que sucedió solo hizo que nos uniéramos mas - dándole un beso en la mano a su madre - Bueno, mañana no tengo nada que hacer, pero me siento algo cansada por la semana y el viaje - dijo Paulina, le dio un beso muy sonoro a su madre y a su padre, subió por las escaleras, perdiéndose. - No la perdamos Julio - le reclamo a su esposo - No, mujer... te lo prometo - respondió su esposo - Ven vamos a dormir, ya no estamos para estos trotes - decía Blanca al ver en el reloj del comedor que era medianoche - Si mujer - Terminaron de arreglar las pocas cosas que habían fuera de lugar, Julio metió a Duquesa a la casa, apagando todo en el camino, excepto las luces que estaban junto al camino de la entrada. Blanca lo espero en la puerta y junto subieron a dormir.

Raul.

- Buenos días - Monserrat levantaba a Raul dándole besos en la espalda - Buenos días Mon - respondió Raul y volviendo a taparse para dormir otro poco, aunque fue imposible, Sansón y Zeús ya estaban sobre el para que los sacará a pasear. - Mientras tu sacas a tus hijos, yo me daré un baño - dijo Monserrat, levantándose desnuda y arreglándose su gran cabellera dorada, el cuerpo de Monserrat era perfecto, sus senos naturales eran de tamaño normal, no rebosando o no diminutos con sus rosados y pequeños pezones, su cintura apenas rebasando los noventa centímetros de diámetro, su cadera era estilizada, aunque tenía ciertas estrías, las controlaba con cientos de cremas corporales que tenía en su casa y en el departamento de Raul. Él se levanto igua,l desnudo, su piel era color canela, su cabello negro azabache, cejas pobladas y con pocas cejas, que eran motivo de las burlas de amor que le hacía Monserrat. Él y ella, tenían años de tener esa relación, que ella lo definía como el amor de su vida y él lo definía como su compañera de vida, ambos sabían y estaban conscientes que esa relación era de ellos dos, aunque ella tenía su pareja formal y él tenía sus amigas con quien salía.

Raul salió tras ponerse un pants y una camisa, tomo las correas de los perros y salió a caminar, mientras ella aprovechaba para ducharse, en el camino el aprovecho para pagarle a Beto por los servicios de la semana. Sin mas salió del edificio al parque mas cercano que estaba a 3 cuadras y que estaba dentro del fraccionamiento donde él vivía. Estuvo caminando topándose con varios vecinos que al igual que él sacaban a sus perros o aprovechaban el sábado para salir a correr en la pista que rodeaba el parque. Muchos de ellos ya se conocían y aprovechaban esos minutos para platicar de cosas significantes, o los nuevos restaurantes o de los contactos que tenían, mas de uno de ellos ya había visto a Raul tanto sacando a sus perros o desnudo cuando salía a fumar en su balcón. - Hola vecino - dijo un señor de unos cuarenta y tantos años - Hola vecino, ¿Como ha estado? - Respondió Raul, siempre con una decencia al hablar. - Muy bien gracias, lo estaba cazando porque me gustaría pedirle un gran favor... - deteniéndose al ver que Raul lo miraba fijamente y movía un poco después de mirarlo de abajo a arriba - Si dígame, en que puedo apoyarlo - respondió Raul extendiéndole la mano - Por cierto soy Raúl de la Roca y usted es - pregunto, en ese momento él ya tenía controlada la situación - me llamo Joaquín Asis - saludándolo con un estrechamiento fuerte de ambos caballeros. - Mi favor es sencillo, me gustaría que dejara de pasear a sus perros... - Raul soltó una carcajada - ¿Que esta diciendo?, ¿Por qué me pide eso?, ¿Si desea también les doy un tiro? - respondió y ya en forma seria lo vio - Mira Raul, tú no estas para saberlo, ni mucho menos para que yo te lo cuente, pero varios esposos de este fraccionamiento, estamos inconformes de tu actitud - interrumpió Raul - ¿Cual actitud, Joaquín? - Raúl ya estaba molestándose - Esa actitud de que soy el dueño del mundo, tú actitud de dandi o de casanova. Te reitero que varios vecinos estamos seguros que te has acostado con varias de nuestras esposas - Raul volvió a soltar una carcajada y sin darle mas importancia le dio la espalda a su vecino - ¡No me de la espalda señor!, ¡No me dejes hablando solo! - Raul siguió su camino, deteniéndose solo para voltear a verlo y quitarse su playera, para pasear a los perros sin ella - Joaquín, mejor invierte en ti, en vez de fijarte en mi - Se puso sus audífonos y siguió su camino. 

Estuvo un rato en el parque, luciéndose de más, hasta que sus perros estaban satisfechos. Joaquín seguía viéndolo,  pero no se atrevió a hacer otra cosa, Raul regreso por el mismo camino despidiéndose de su "nuevo conocido". Al cruzar la calle, volvió a ponerse la playera y regreso a su departamento.

- ¡Hola enanos! - Saludo Monserrat a los perros - Ya está la comida, ¿Como les fue? - Pregunto - Normal, ¿Quieres ir a desayunar a "El lago"? - respondió él - Si - dijo ella - Ok, déjame cambiarme y nos vamos - Raul rozó con sus dedos la parte de la cintura que tenía descubierta Monserrat y se fue al baño, no tardo mucho en salir y cambiarse. Ambos bajaron al estacionamiento por el carro y partieron al restaurante, al salir del fraccionamiento, vio a Joaquín con su esposa y sus hijos, solo le estiro la mano en señal de saludo y siguió de largo a su destino.

En el restaurante, tanto Monserrat como él estaban checando sus pendientes de cada uno. - Hoy veré a la Sra. de Durán, ¿la recuerdas? - pregunto él - Ja, claro que la recuerdo ¿A que hora se verán? - dijo ella - A las cuatro en su cafetería - respondió Raul. El restaurante estaba casi vació y la terraza donde siempre les gustaba comer, estaba vacía. - Iré con Rodrigo a una reunión familiar - dijo ella - ¿Sigues con Rodrigo? - pregunto Raul - Si ya vamos para 2 años de relación - Monserrat, de una o de otra forma siempre buscaba la forma de hacerlo encelar, cosa que no lograba o él no la dejaba ver - Salúdamelo mucho y dile que sigo teniendo el vino que me pidió de Italia - respondió él - claro, claro... yo le paso tu mensaje - Al terminar regresaron al departamento, él la acompaño a su carro, no sin antes darse un beso como si no se volvieran a volver a ver - Me encantas hijo de puta - dijo Monserrat mordiéndole su labio, él solo sonrió. El contraste de su piel canela con la piel lechosa de Monserrat era algo que a él le encantaba. Puede decirse que entre Monserrat y Raul existía el verdadero amor, desinteresado, honesto y hasta cierto punto fiel, ya que ambos eran honestos, no tenían una mascara para agradarle al otro.

Raúl se quedo viendo a Monserrat salir en su carro hasta que giró, subió a su departamento, ya dentro se preparo un café y se retiro a su habitación, todavía faltaban unas horas para que viera a la Sra. de Durán, era costumbre en Monserrat dejar todo fuera de lugar, por lo que Raul se dedicó a recoger todo y dejarlo de nuevo en orden, se recostó en su sofá, prendió la televisión para esperar la hora para salir, Sanson y Zeus estaban echados a sus pies. Tomó su tableta con la que dirigía toda su casa y comenzó a revisar sus correos, tenía mas de mil mensajes que no había leído, algunos de publicidades, eventos, personas que le mandaban correos pero que él sentía que no eran importantes. En la actualización de sus correos apareció uno de Ragno que le pedía que hacer con la información de la chica. Raul solo escribió que de ahora en adelante él se encargaría y le agradecía su atención y la rapidez con lo que lo había apoyado, dejo a un lado la tableta y tomo su guitarra "Amigo corazón, no sé por que razón la sigues adorando, tal vez ella es feliz en brazos de otro amor, mientras tú estas llorando..." Así estuvo cantando una canción tras otra, hasta que su celular sonó "¿Entonces a las dos, cierto?" el mensaje era de la Sra. de Durán. "Claro, o prefieres cancelar" respondió dejando su celular en la mesa "Para nada, te veo en el mismo lugar a la misma hora". Al terminar de leerlo volvió a dejar su celular y retomo la guitarra, hasta que empezó un partido de futbol entonces dejo la guitarra a un lado y se acostó en el sofá, quedándose dormido un rato, al despertar vio que falta una hora para la cita, se fue al baño, lavándose el rostro, recordó el rostro de aquella chica que vio en el ascensor, pensando quien sería, a que se dedicaría y el porque fue a ver a Luzbel, termino de arreglarse, unos jeans, camisa blanca y un blazzer azul marino fue lo que se pondría junto con unos mocasines blancos, le llamo a Beto para que sacará su carro y de paso que sacará a los perros un rato. No tardo mucho en bajar, tomo las llaves de su mini cooper negro y partió a ver a su cita.

Al llegar, ya estaba la Sra. de Durán esperándolo en la mesa con su botella de agua - ¡Te tardas mil años! - dijo ella, con una enorme sonrisa

1 comentario:

Anónimo dijo...

Sigo esperando a que termines esta historia juanca...


Te extraño, tu sabes quien soy....