viernes

Propuesta Postergada.





- ¿Donde estás aquí o en tus negocios? - Dijo Mariana algo indiferente pues lo conocía muy bien.
- Dame un minuto, por favor, es un poco urgente esto - Respondió Raul apenado pues habían quedado en salir a caminar.

Desde que salieron del edificio donde vivían, no se soltaban la mano. 

- ¿Cuanto tiempo duramos para estar por fin así tu y yo? ¿dos, tres años? - pregunto al aire, mientras guardaba su celular en el bolsillo trasero. 
- Cuatro Raul, cuatro años de estar jugando al "tú a tu vida yo a la mía", la verdad para mi no fue divertido, ni me la pase bien - repuso Mariana mirando sus pasos. Raul no pudo dejar de verla, analizaba cada expresión, cada movimiento de ella, notaba como su cabellera larga ocultaba su rostro, con mucha delicadeza, tomo su rostro y le sonrió, mostrando esa sonrisa que a pocos les había regalo.
- Tampoco la pase bien... ni un poco, ¿Puedo darte un beso? - pregunto él apenado por la respuesta que había recibido.
- Jamás me pidas un beso - 

Si hubieran querido una mejor foto, no podrían haber elegido ese momento, se pararon enfrente de la entrada del parque, el atardecer sobre ellos, detrás de ellos los arboles y esa brisa que aparece solo en los momentos indicados. Él la detuvo, con su mano izquierda acarició su cuello, subiendo hasta su mejilla, su mano derecha tomó su cintura. Ella como fiel musa se dejo llevar por el momento, cerrando los ojos, espero la llegada de ese beso, ese beso que cada día recibía, pero con distintos matices. Él no cerro los ojos, hasta el momento en que sus labios y los de ella se tocaron. Fue un beso sencillo pero el más sincero que se habían dado desde que regresaron.

- ¿Oíste? - separándose de Raul.
- No, no... sígueme besando - algo extrañado respondió él.
- Son chillidos - dijo Mariana caminando por donde la guiaban los pequeños chillidos de ayuda, Raul al escucharlos también seguía de cerca a Mariana.

Hasta que vieron entre unos arbustos a dos pequeños gatitos.

- ¡Son dos gatitos, Raul! - le decía, mientras les quitaba las ramitas donde se escondían.
- Están graciosos - expresó Raul al verlos.
- No, están hermosos. ¿Podemos llevárnoslo? ¿Les conseguiré hogar?, por favor ¿si? - suplico Mariana.
-Se los comerán Zeus, Socrates y Jacobo - le respondió Raul.

Uno de los gatitos, camino hasta poner sus dos patitas sobre el zapato de Raul y como si tratara de rogarle, le chillo.

- Ya me caíste muy mal gatito... ¿Qué puedo hacer? - se dijo para si mismo  Raul, buscando una cajita donde ponerlos para llevarlos al veterinario, mas tardo en buscar la caja que en lo que mariana se quitaba su sudadera y los colocaba dentro de ella.
- Debemos llevarlos a primera hora - le dijo Mariana 

- La familia se amplia - pensó Raul, mientras regresaban al departamento.

En el camino Mariana no dejaba de mirar a esas pequeñas criaturas que al sentir el calor, se callaron y quedaron dormidos, él con su brazo izquierdo tomaba la mano de ella, mientras con la otra mano... dentro de su bolsillo daba giros a la cajita con el anillo de compromiso que no pudo entregar....

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