jueves

El que no vive para servir...

Era medio día y en la cafetería todo resultaba de lo más normal, gente entrando y saliendo, unos tantos sentados en las mesas. El día estaba nublado y el viento no perdonaba a la ciudad, pasaba tratando de limpiar cualquier suciedad de las calles y avenidas.

Entre la gente que entraba, llego alguien que sorprendió al personal, su físico delataba fuerza, a pesar de que las arrugas de sus ojos denotaba lo contrario, sus ojos verdes y la barba casi le cubría su cuello. Con gran amabilidad, saludo a todos y al llegar su turno, se quitó sus gafas obscuras y pidió un vaso de leche tibia y una mesa donde poder sentarse.

Gaby no tardo en atenderlo, ofreciéndole los tres lugares donde podía estar, aquel señor pidió estar en la terraza, a pesar de la advertencia de Gaby sobre el viento que pasaba por la ciudad, con una pequeña sonrisa, determino su afirmación. Dirigiéndose hacia el lugar, le sorprendio los detalles de aquel lugar, no dejando de admirar cada pintura o fotografía que veía colgada.  Al llegar a la terraza, la mesera le pidió esperar a que le cerrarán con una cortina plastificada transparente la terraza, el espero sentándose en la mesa de enmedio. Agradeciéndole de nuevo las atenciones hacia el. 
- Disculpe, señorita... - mirándola a los ojos - ¿Sabrá si tardara el dueño del lugar en venir? - pregunto con suma delicadeza.
- ¿Quien lo busca? - repuso ella.
- Un viejo amigo, sólo dígale si pregunta Eran el medio día y en la cafetería todo resultaba de lo más normal, gente entrando y saliendo, unos tantos sentados en las mesas. El día estaba nublado y el viento no perdonaba a la ciudad, pasaba tratando de limpiar cualquier suciedad de las calles y avenidas.

Entre la gente que entraba, llego alguien que sorprendió al personal, su físico delataba juventud, su cabellera era larga para su edad y su barba delataba que había pasado varias décadas. Con gran amabilidad, saludo a todos y al llegar su turno pidió un vaso de leche tibia y una mesa donde poder sentarse.

Gaby no tardo en atenderlo, ofreciéndole los tres lugares donde quería estar, aquel señor pidió estar en la terraza, a pesar de la advertencia de gaby sobre el viento que pasaba por la ciudad, con una pequeña sonrisa, determino su afirmación. Dirigiéndose hacia el lugar, le admiro los detalles de aquel lugar, no dejando de admirar cada pintura o fotografía que veía colgada.  Al llegar a la terraza, gaby le pidió esperar a que le cerrarán con una cortina plastificada transparente la terraza, el espero sentándose en la mesa de enmedio. Agradeciéndole de nuevo las atenciones hacia el. 
- Disculpe, señorita... - mirándola a los ojos - ¿Sabrá si tardara el dueño del lugar en venir? - pregunto con suma delicadeza.
- ¿Quien lo busca? - repuso ella.
- Un viejo amigo, sólo dígale que esta aquí el pescador, él sabrá entenderme - respondió aquel hombre de ojos cansados.

La mesera salió por el pedido y se dirigió a la oficina de su jefe.

- si, ya sé gaby... Llévale su vaso de leche y dile que ya voy... - le dijo antes de que ella le dijera algo.
- Esta bien señor - Y salió confundida como varias veces salía de aquella oficina.

No tardaron en atender al señor llevándole unas galletas de cortesía. Raúl tardo un poco en bajar, pero aquel señor ya estaba platicando con la cajera y quería pasar a saludar al chef que había preparado las galletas.

- ¿Nunca cambias verdad? - dijo Raul sonriendo y buscando el abrazo de aquel hombre.
- Todo el tiempo cambio Raul, así es la vida, un cambio - decía esto al abrazar a su amigo.
- Tantos años Lelahel de no verte - Era la primera vez que los empleados de “Detrás del Cielo” veía a Raúl sonriendo - ¿Donde estas sentado o quieres ir a mi oficina para platicar? - pregunto Raul.
- No Raul, sabes que me encanta estar entre la gente y mi vida es servir… - repuso.
- El que no vive para servir, no sirve para vivir - respondió Raul.
- Exacto amigo, ven te invito a sentarte - dijo aquel hombre.

Lelahel y Raúl se encaminaron hacía la terraza, mientras Gaby y Germán se decían cosas… sorprendidos de las acciones de aquel hombre y sobre todo la reacción que había tenido su jefe con aquel hombre.

- Dime ¿Cómo diste con este lugar? - Pregunto Raúl.
- Para nosotros.. no puedes ocultarte, ¿Lo recuerdas? - Respondió el hombre, con sus ojos claros y su cabello quemado por el sol.
- Sé perfectamente eso, solo que hace años que no estaba en comunicación con ustedes y se me hizo raro el verte aquí - respondió Raul.
- Además hace tiempo hiciste un compromiso… - dijo Lelahel.
- No lo he olvidado y si te fijas bien, aquí esta plasmado nuestra vocación - interrumpió Raul.
- Si lo veo, todos los cuadros y pinturas que has colocado tiene alguna alusión a nuestro cometido, lo que no entendiendo y jamás lo haré es esa rara amistad que mantienes con Luzbel - dijo aquel hombre, bajando la mirada como si estuviera decepcionado.
- Es una larga historia amigo, él puede representar lo peor de nosotros, siempre esta cuando uno hace o desea algo malo, pero dime ¿Quien no ha cometido un error o ha llegado a pecar? No lo dice la biblia “Que tire la primera piedra quien este libre de pecado”. Luzbel y tú me han enseñado que se siempre se debe manejar sobre una misma línea, no andar divagando que se lleva dentro, y, mejor demostrarlo. - respondió Raul.
- Si Raúl, pero que le digo al pescador… ¿Sabes? Él siempre se sube al último en el barco y diario nos dice.. “Sé que tarde o temprano, aparecerá de entre esas montañas y se subirá con nosotros” - dijo tomándole de la mano. Hace unos años Raúl hubiera retirado su mano, pero esta vez no. la dejo entre aquel hombre y de ese apretón de manos que le dio… volvió a sentir esa paz, esa alegría interior que una vez lo hizo dejarse guiar. - Sé muy bien que cuando escapaste del paraíso, Luzbel te adopto, pero lo que sembramos dentro de ti, ahí sigue y seguirá, lo sé Raul, por favor no te alejes, tocándole la mejilla.
- No puedo alejarme de un lugar si nunca se ha ido mi alma de ahí - Respondió Raul.
- Me da gusto verte Raúl y sé que al pescador le dará gusto saber que estás bien y estas llevando lo aprendido en practica - Se levanto Lelahel de la silla, no sin antes como reacción de niño, tomo la última galleta que les habían llevado - para el camino - le respondió sonriendo.
- Te acompaño amigo - levantándose también de su silla, Gaby como siempre estaba atenta a su jefe, este como con señas, le pidió que le pusiera galletas para llevar. Ambos pasaron entre los comensales, Lelahel como de costumbre pidió permiso para pasar, saludaba y agradecía a cada uno, así se fueron hasta la caja donde Gaby ya esperaba con una bolsa llena de galletas, dándoselas a su jefe.

Raúl acompaño a su amigo hasta la puerta de la cafetería, Lelahel volteó y abrazo a su amigo.

- Te extrañamos - dijo Lelahel.
- De igual manera amigo - respondió Raúl - mira… para el camino - dándole la bolsa de galletas.
- El que no vive para servir… - dijo Lelahel mientras caminaba hacía donde no sé donde.
- No sirve para vivir... - pensó Raul y volvió a su despacho, no sin antes, darle una pequeña palmadita en el hombro a Gaby. - Gracias niña - dijo sin voltear a verla.

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